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4 sept 2008

Primeras experiencias sexuales

Era una nueva etapa en mi vida, empezaba el instituto, nuevos amigos, nuevo ambiente, nuevos profesores todo un desafío para una chica de 14 años.
Estaba muy ilusionada con todas las novedades que iban a acontecer en mi vida.
Los profesores parecían muy amables y respetuosos, los compañeros eran muy divertidos y todo era perfecto.

A las dos semanas de haber empezado las clases, nuestra profesora de gimnasia se puso enferma y llamaron a un sustituto.
Todos esperábamos en el gimnasio, cuando el apareció. Era un chico joven de unos 28 años, su pelo era negro como el azabache, tez morena, ojos color miel, cuerpo atlético y una cara de ángel...
Me quedé impactada, no sabía que me estaba pasando, pero mi cuerpo desprendía un calor, era como si de repente tuviera fiebre, pero no estaba enferma.

Su voz era cálida y muy agradable. Desde ese día no podía dejar de pensar en el, soñaba con él, deseaba que llegaran sus clases para poder verle.
Hablaba constantemente de él en mi diario, me imaginaba paseando a su lado, cogidos de la mano, imaginé mi primer beso disfrutando de sus labios.

Y un día no pude aguantar más, esperé al final de la clase a que todos se hubieran marchado para quedarme a solas con él.
Entramos en su despacho y me ofreció asiento.
No sabía cómo decirle que estaba loca por él, que mis sueños eran suyos.
Pero me armé de valor y se lo dije, el me miró con cara de asombro y me pidió que me callará, me dijo que no podía ser, que yo solo era una niña con demasiada imaginación.
Salí destrozada de allí, lloré días y días, porque no podía entender que lo que sentía era de verdad?
Porque él no podía quererme como yo le quería?

Hasta que un día en clase de gimnasia me pidió que me quedará para hablar con él. Volvimos a su despacho donde días antes me había roto el corazón.
Para mi sorpresa comenzó a decirme que sentía mucho lo que me había dicho días antes, pero que él debía tener cuidado con estas cosas, pues su carrera estaba en juego.
Me dijo que también estaba enamorado de mí, que se había fijado en mí desde el primer día.
No podía creerlo, mis sueños se estaban cumpliendo.

Se acercó a mi e intentó besarme, a mi me entró miedo, pero me explico que cuando dos personas se quieren hacen esas cosas.
Así que le seguí el juego, quería demostrarle cuanto le quería.
Durante una semana entera seguía visitándole a escondidas de todos en su despacho.
El me tumbaba en su mesa, y mientras me besaba y acariciaba mis pechos, me decía que todo era normal, que esto es lo que hacían las parejas.
Yo me sentía privilegiada, el me veía como una mujer adulta.

Un día me propuso quedar fuera del colegio, me recogió con su coche y fuimos hasta las afueras.
Tenía una sorpresa para mí, me había comprado un regalo.
Lo abrí y era un precioso reloj, era increíble todo lo que me estaba pasando y yo me sentía la más feliz del mundo.

Me dijo que sabía la forma en que le podía agradecer ese regalo, me pidió que me quitara las braguitas y aunque estaba nerviosa, lo hice, quería que el fuese feliz conmigo.
Comenzó a tocarme, suave al principio, sus dedos estaban fríos pero enseguida se calentaron.
Yo me sentía algo perdida, no sabía por qué esto le gustaba tanto, pero si así le hacía feliz...

Mientras seguía tocando mi entrepierna, se desabrochó el pantalón y sacó su pene, era muy grande comenzó a tocárselo con la otra mano, entonces me miró y me dijo que lo hiciera yo.
Me insistió en que si de verdad le quería tenía que hacerlo.
Lo cogí suavemente con la mano y empecé a acariciarlo como él me había pedido.
Debía gustarle mucho, porque no dejaba de besarme y susurrarme que siguiera, que no parará.

Me levantó la camisa y lamió mis pechos con ansía, sentí un dolor de repente, en mi vagina, el estaba introduciendo uno de sus dedos dentro de mí, le pedí que parara.
No lo hizo, me dijo que pronto se pasaría que solo ocurría la primera vez, que él me quería y así me lo demostraba.

Todo acabó cuando él se corrió encima de mí, me besó dulcemente y tras vestirnos me llevó a casa.
Una vez allí mis abuelos me interrogaron, de donde había salido aquel reloj, tenía que inventarme una buena excusa, lo nuestro era un secreto.
Esa misma noche, cuando todos dormían, comencé a tocarme tal y como lo hacia él, quería adquirir experiencia para él, no podía defraudarle o dejar que perdiera su interés por mí.

Me masturbé introduciendo mis dedos dentro, dolía y era algo incomodo, pero tenía razón el dolor dio paso a una sensación realmente agradable.
Estaba descubriendo mi sexualidad, y lo que era más fascinante, la estaba descubriendo a su lado.

Nuestras citas a escondidas eran cada vez más seguidas, me llenaba de regalos y yo a cambio dejaba que me demostrara su amor, en el asiento trasero de su coche.
Un día quiso ir a más, cuando sacó su pene, en vez de pedirme que lo acariciará como de costumbre, me pidió que me lo metiera en la boca.
Yo no quería hacerle daño y a la vez se me hacia algo un poco repugnante, pero volvió a explicarme que era algo normal entre las parejas, que todos lo hacían y que si yo no se lo hacía era porque no le quería tanto como le hacía creer.

No lo pensé más y me puse a lamerlo, con mucho cuidado y siguiendo sus indicaciones, me gustaba ver su cara de placer, y repetía sin parar que me quería, eso me motivaba más a seguir obedeciendo a sus peticiones.

Pero no todo podía ser de color de rosa, en mi habitación se amontonaban sus regalos y mis abuelos comenzaron a indagar, un día nos siguieron y cuando me disponía a volver a practicarle sexo oral, apareció mi abuela histérica, gritando y golpeando el coche, detrás de ella llegó mi abuelo con un palo, el cual descargo sobré el capó abollándolo.

Yo no entendía que pasaba, me puse a llorar desorientada, el gritaba que se apartaran del coche.
Me sacó a empujones y se marchó, mi abuela lloraba, mientras me abrazaba y mi pobre abuelo no cabía en sí de rabia.
Una vez en casa trataron de hacerme entender, pero yo no quería ver la verdad, para mi ellos se estaban entrometiendo en mi historia de amor.

La cosa no pudo acabar peor, le denunciaron. El abogado no me dejo declarar pues decía que yo no era consciente de lo que estaba pasando.
No supe más de él, no me dijeron que ocurrió. Sólo sabía que me habían arrebatado lo que más quería.

A día de hoy agradezco a mis abuelos que velaran por mí, que me sacarán de todo aquello, soy consciente de que era una niña y me deje llevar por una fantasía, que él nunca me quiso y que se aprovechó de mi inocencia.
Sólo guardo un recuerdo agradable de todo aquello, y es como me sentía con el primer amor, independientemente de quien fuera el.


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