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17 jun 2008

SALÓN DE MASAJES: El chico misterioso

Aquel día andaba un poco baja de ánimos, había sido una dura jornada y aunque no me apetecía mucho ir al salón, no podía dejar de cumplir con mí trabajo.

Una vez allí me dispuse a acondicionar la sala, hoy tenía un nuevo cliente, un chico con él que nunca había tratado, eso me alegraba, siempre me ha gustado conocer gente nueva.

Por lo que me había comentado mi jefa, era un chico joven, con problemas de espalda, hijo de una amiga suya. Así debía tener un trato algo más especial con él.

Cuando le vi entrar me quede asombrada, su rostro era muy dulce, sus ojos grandes y verdes eran muy llamativos ya que su tez blanca y su pelo negro como él carbón, resaltaba él color verde de sus preciosos ojos. Era de mediana estatura, un poco más alto que yo, de constitución normal, pero fuertes hombros, era muy atractivo.

Me comentó que es lo que le dolía, que no podía hacer movimientos muy exagerados y que sentía mucha carga sobre sus hombros. Le pedí que se quitara la ropa y se tumbara sobre la camilla para comenzar con él masaje.

Unte mis manos con aceite de romero, que es muy bueno y relajante, y lo esparcí con mucha suavidad por su piel, a pesar del aceite podía notar lo suave y calidad que era, él suspiró. Parecía estar muy cómodo y eso hacia todo más fácil.

Me centre en sus hombros, si era cierto que los músculos de esa zona estaban muy tensos, y lleno de nudos. Con mis dedos trate de relajar toda la zona y deshacer esa tensión que seguro era muy dolorosa.

Una vez que conseguí relajar esa zona, me centre en su columna, amase con ganas toda la dorsal y mientras baja hasta su cintura mi mirada no pudo pasar por alto su trasero, cuando me di cuenta me sonroje, no tengo por costumbre fijarme en los traseros de los hombres, pero él suyo era tan firme que no pude evitarlo.

De lo que no me di cuenta es de que había cesado de darle él masaje y él se había girado para ver que ocurría. Me encontré con su sonrisa, era preciosa y me volví a sonrojar.

Él se puso boca arriba y yo no sabia que hacer, ni que pretendía, hasta que me pregunto si me gustaba, me quede en silencio, no sabia muy bien a que se refería ni que debía decir. Entonces me cogió de la mano y me atrajo hacia él, me sentía hipnotizada por sus ojos, ni siquiera me di cuenta de que había deslizado una de sus manos por debajo de mí bata y me estaba acariciando la pierna.

Era muy sensual su tacto, me gustaba mucho y me deje llevar.

Me incline sobre su pecho y lo bese con suavidad, su piel era muy cálida, volvió a suspirar, mientras su mano seguía en su camino ascendente hacia mí entrepierna, me estremecía a cada centímetro que avanzaba por mí piel.

Estaba llena de deseo hacia aquel chico, mi lengua recorrió su pecho hasta su cuello, y comece a besarle, él con la otra mano me desabrocho la bata y comenzó a acariciar mis senos, estaba muy excitada, y en su entrepierna comenzaba a notarse también su excitación.

Mientras seguía besando su cuello, sintiendo su aliento sobre mí pelo y sus manos en mis senos, deslicé una de las mías aun untadas en aceite, hasta su cinturón. Acaricie la hebilla antes de desabrocharla, y metí uno de mis dedos por debajo de los botones, acariciando su vello púbico.

Mientras tanto él ya me había desabrochado la blusa, dejando al aire mis senos, me agarro del trasero y los acerco hacia su boca, hundió su cara en ellos, y comenzó a besarlos con dulzura.

Con los dientes aparto la tela de uno de ellos dejándolo prácticamente al descubierto, y se introdujo en la boca mi pezón, una sensación húmeda comenzó a formarse en mí entrepierna, estaba muy excitada y deseando subirme encima y dejar que me penetrara, pero decidí seguir con las caricias.

Desabroché su pantalón y metí mi mano dentro, su sexo era firme y cálido, tenia ganas de besarlo, pero no podía porque él seguía jugando con mis senos, así que me dispuse a acariciarlo, saque su miembro fuera de los calzoncillos y acaricie su pene que se erguía con fuerza. Debía serle muy placentero pues sus piernas temblaban con cada caricia.

Yo no aguantaba más, quería lamerlo y besarlo, y se lo dije, entonces me cogió de la cintura y me hizo subirme a la camilla, poniendo su cabeza entre mis piernas y la mia entre las suyas. Mientras yo seguía acariciando su pene él se deshizo de mí tanga y con su lengua empezó a recorrer uno de mis muslos hasta llegar a mí pubis.

Una vez allí mientras lamia mí clítoris uno de sus dedos se introdujo suavemente dentro de mí, gemí de placer, y no pude más, besé su pene con suavidad, una y otra vez, lo acaricie con mí lengua y me lo metí en la boca, apretando mis labios contra él, pude oír como gemía de placer y eso me excitó aún más.

Él sacó su dedo e introdujo su lengua, estaba caliente y se movía frenéticamente dentro de mí, yo no aguantaba tanto placer y no dejaba de moverme, él me sujeto por él trasero e introdujo más aún su lengua, aquello me volvía loca, yo seguía lamiendo su pene, lo introducía una y otra vez en mí boca hasta que me pidió que parase.

Pero no lo hice, quería que eyaculará allí mismo, y seguí jugando con su sexo, a pesar de que yo estaba apunto de llegar al clímax aguanté todo lo que pude, pero en ese momento, introdujo dos de sus dedos dentro de mí y no pude más, comencé a temblar entre gemidos de sumo placer y él orgasmo se apoderó de mí.

En ese momento sentí como su pene también temblaba y descargaba en mí boca su cálido líquido, mientras me agarraba con fuerza del trasero.

Creí morirme de placer, no podía mantenerme sobre mis piernas, me temblaban aún después del orgasmo, yo seguí lamiéndole mientras él seguía gimiendo.

Cuando ya no pudo más me aparto suavemente y allí echados los dos sobre la camilla, comenzamos a hablar. Nos contamos cosas sobre nuestras vidas y lo excitante que había sido lo que acababa de ocurrir.

Pasada la hora del masaje, ambos nos vestimos y nos despedimos, pero me prometio volver, aquello me hizo sonreír. Me despedí de él, aun con temblor en mis piernas y cuando me disponía a ponerme la bata para la siguiente cita, me di cuenta de que había dinero en uno de sus bolsillos, por un momento me sentí sucia, pues sólo se paga a las prostitutas, pero en ese momento él volvió a entrar y al verme con él dinero en las manos, me dijo que no me ofendiera, que sólo había sido un favor, ya que sabía que estaba pasando por un mal momento economico.

Aquello me tranquilizó y le di las gracias, él me respondió con un hasta pronto y una sonrisa que jamás olvidaré.


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