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22 jun 2008

Una visita inesperada

Creo recordar que en algún momento he hablado de mi compañero de trabajo, con él que tuve algún que otro encuentro íntimo, para suerte mía no han sido los únicos.

No hace mucho falte al trabajo, durante algunos días, porque estaba con gripe y cuál fue mi sorpresa que un día alguien vino a hacerme una grata visita.

Me encontraba recostada en mi cama, tomando un té con limón, me ayuda a despejar la garganta, cuando llamaron a la puerta. Como pude me levante y con él pijama puesto y una cara de no haber dormido en semanas, fui a abrir la puerta.

Me quede pálida, más aún, cuando le vi allí delante con un precioso ramo de flores, tartamudee por un momento, no sabía que decir, él sólo sonrió y me pregunto si podía pasar.

Yo me aparte y le di paso, estaba tan sorprendida que durante unos minutos, mientras nos sentábamos en el sofá, no pude articular palabra, así que habló él solo por su cuenta. Me explico que había preguntado por mí en las oficinas y le dijeron que estaba con gripe, así que se las ingenio para encontrar mi domicilio y venir a hacerme una visita.

Yo seguía sin salir de mi asombro y solo podía darles las gracias, por su preocupación. Le ofrecí algo de tomar pero no quiso, prefirió seguir hablando. Me decía que sin mí por la oficina se le hacía algo aburrido y que extrañaba mi presencia.

El calor que comencé a sentir ya no era producto de la fiebre, si no del sofoco por tanta adulación, y él pareció darse cuenta cuando comenzó a reírse y me pidió perdón.

La situación para mí era realmente vergonzosa, mi aspecto era desastroso, ojeras, nariz enrojecida, voz ronca, palidez, pero a él parecía no importarle.

Me pregunto sobre mi trabajo en el salón de masajes, y bromeo sobre él hecho de que ahora era yo quien necesitaba un buen masaje. Pero parece ser que él no estaba bromeando, sin dudar me ofreció darme un masaje para aliviar el dolor de músculos que la gripe me estaba dejando.

Me negué, pues no me parecía justo aprovecharme de él, pero insistió tanto en que por más que dije que no, acabó convenciéndome.

Puse la calefacción para no coger frío, y me tumbe en la cama, solo con él camisón, él se sentó a mi lado y froto con energía sus manos, para no tocarme con ellas frías.

Al sentir sus manos sobre mi piel, todos mis males parecieron desaparecer, era tan cálido su firme tacto, que me estremecía tan solo con un roce. Yo sabía que no iba a ser un masaje normal, pero no pensaba que llegaría a ser tan especial.

Con cuidado aparto mi pelo de la nuca, y se inclinó sobre mí, para acariciarla con sus labios, eran tan tiernos... no pude evitar encogerme, porque un escalofrío de placer recorrió mi espalda, él emitió lo que pareció ser una tímida risa, y siguió besándome en dirección a mi hombro. Una vez allí aparto él tirante muy lentamente y con la mano, acaricio mi brazo con suaves movimientos desde él hombro hasta él codo y viceversa.

La forma en que me tocaba y besaba, me hizo rememorar aquel día encerrados en el ascensor, mi imaginación se disparó, y volví a sentir en mis labios él sabor de los suyos, aquel recuerdo encendió en mi interior la llama del deseo. Mi piel emitía un dulce calor y él se percató de ello.

Pues no dejaba de apoyar sus mejillas sobre mi espalda, mientras sus manos levantaron mi pijama desde las rodillas, se deslizaron por mis muslos, caderas, cintura, cuando llegaron a mis axilas yo me levante un poco para que pudiera quitarme el pijama y quedarme solo en tanga.

Con sus besos dibujo toda mi columna hasta llegar a mis nalgas, donde se detuvo para tocarlas con la punta del dedo, haciendo círculos, aquello me hacia cosquillas, pero me gustaba.

No se entretuvo mucho tiempo allí, volvió de nuevo a subir por mi cadera, lentamente, deleitándose con tiernos besos, se detuvo de nuevo en mi nuca, y sus traviesas manos se encaminaron hacia mis desnudos senos, los cuales las estaban esperando con ansia.

Pero me resultaba incomoda la postura, así que sin aviso me di la vuelta, él me sonrió pícaramente y sin dejar de mirarme acerco sus labios a ellos, se me hizo eterno hasta que por fin los besó. No pude evitar suspirar de placer y eso le complació.

Cada beso que le regalaba a mis senos, era un torrente de sensaciones indescriptibles para mí, acompañados de suaves caricias sobre mis muslos, me sentía en un dulce sueño del que no quería despertar.

Pero él destino quiso ser travieso esta vez, y sonó su teléfono móvil, nos miramos y aunque él parecía ignorarlo mientras seguía jugando con mis tersos senos, yo tuve que pararle, pose mis manos sobre sus mejillas y atraje sus labios a los míos, fundiéndonos en un ardiente beso, había deseado tanto ese momento, que casi me olvido del estridente sonido de su teléfono.

Prácticamente le obligue a marcharse, no sé quién le llamo, pero seguro que era de la oficina y no quería que tuviera problemas por mi culpa, así que mientras él hablaba yo me volví a poner él pijama.

Cuando acabo la conversación, me abrazo y trato de persuadirme, besándome con dulzura, se me paraba él tiempo cada vez que posaba sus labios sobre los míos, pero la responsabilidad es un peso muy grande, y le pedí que no siguiera, tendríamos más tiempo en otro momento.

Pareció entenderlo y recogió sus cosas y se marchó. Yo volví a mi cama, todo mi pijama olía a él, y con ese olor que me transportaba hacia mis más ardientes fantasías me quede felizmente dormida.


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