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22 jun 2008

Despedida de soltera

Tengo una compañera en el salón de masajes, que se casa muy pronto y como es costumbre en este tipo de cosas, quiso organizar una despedida de soltera, y nos invito a las chicas del salón.

Su hermana contactó con nosotras para explicarnos como sería la fiesta, nos dijo que su hermana tenía un concepto sobre ella muy conservador, no la veía capaz de hacer ninguna locura y eso es lo que quería que aquella noche pensara, iríamos a cenar a su casa, una cena muy formal y tranquila, un café y después una película, pero lo que Helenita no sabía, mi compañera que se casaba, es que su hermana había alquilado un boys y este aparecería en medio de la película.

La idea me pareció genial, estaba deseando ver la cara de Helenita cuando apareciera el chico, iba a ser muy divertido.

Todo fue de maravilla, mientras nos dirigíamos a casa de su hermana, Helenita nos contaba entre risas lo anticuada y recatada que era su hermana, y nosotras teníamos que mordernos la lengua para no desvelar la sorpresa.

Una vez en su casa y tras las debidas presentaciones, nos dispusimos a cenar, la mesa estaba preciosa, un bonito mantel la cubría y los centros de mesa junto con las velas y la cubertería, la hacía muy distinguida. Todo hacia entender lo bohemia que era la hermana de Helenita.

Mientras tomábamos un entremés de bocaditos de atún y canapés de caviar, acompañados de un vino blanco muy aromático y suave, charlábamos animadamente de los por menores del matrimonio y bromeábamos sobre los hombres casados. La velada estaba siendo de ensueño.

Después de tanta charla y a pesar de los entremeses, el agradable olor que nos inundaba desde la cocina, nos abrió el apetito aún más. Yo y Helenita nos levantamos para recoger la cubertería usada y llevarla a la cocina, mientras yo retiraba los restos de los platos y los colocaba en el lavavajillas, ocurrió algo que me sorprendió mucho, Helenita me había cogido de la cintura, firmemente y tiro de mí hacia ella, me abrazo con fuerza y pegando sus labios a mi oído, me susurro que hoy sería una noche muy especial. Yo me sentí abrumada, un poco desorientada e incluso algo excitada, sentir sus pechos firmes sobre mi espalda, y su cálido aliento en mi oreja, no me había resultado nada desagradable y por un momento olvide que en la habitación contigua nos esperaban, su hermana y el resto de las chicas.

Me compuse como pude y nos dirigimos hacia la mesa de nuevo, nos sentamos y esperamos a que la hermana de Helenita sirviera la cena, nos esperaban unos deliciosos langostinos en salsa y almejas a la marinera, me encanta el marisco, además de que se dice que es afrodisiaco, para acompañar también teníamos unos pinchitos de bogavante con verduritas y una salsa algo picante, digno de un buen gourmet.

Comenzamos a jugar con la comida, sobre todo con los pinchitos, Helenita que estaba sentada a mi lado, me ofreció comer un trozo de pimiento de su boca, yo al principio me limite a sonrojarme, pero las demás le encontraron gracia al juego y me animaron a hacerlo, imitándonos.
Así que con cuidado, comí de su boca, pero ella no se cortó un pelo y aprovechando el momento me besó. Abrí los ojos de par en par y mire al resto de chicas que entre risas y silbidos nos volvieron a imitar.

Todas estaban disfrutando pero yo me sentía un poco avergonzada ante las insinuantes miradas de Helenita, me daba un poco de reparo la idea de que pronto seria una mujer casada y estaba allí insinuándoseme de aquella forma. De todas formas seguimos con la velada, era la hora del postre, unas suculentas y deliciosas fresas con nata helada.

Mientras disfrutábamos de ellas, sentí como la mano de Helenita se deslizó por mi muslo, al mirarla esperando que desistiera, solo me sonrió y siguió acariciándome, debido a aquello me sentía tan acalorada que ni la nata helada conseguía quitarme esos calores. No sabía qué hacer para disimular que aquello me excitaba mucho y ella sin temor a que nos descubrieran seguía adentrando su mano hasta mi entrepierna.

Su tacto era muy cálido y agradable, mi piel se estremecía y mis mejillas se sonrojaban más, a medida que se acercaba a la tela que cubría mi sexo. Las chicas se dieron cuenta del color resaltado de mis mejillas y entre risas nerviosas aclaré que había bebido mucho vino, a lo que las demás respondieron con bromas y prosiguió la velada.

Helenita seguía empeñada en acariciarme, y yo trataba de esquivar su mano, cruzando las piernas, pero eso no la iba a detener, y el deseo que comenzaba a crearse en mí, tampoco me ayudaba a controlar la situación.

Por suerte, la cena terminó rápido, y todas nos levantamos para ayudar a recoger la mesa, mientras lo hacíamos, no podía evitar cruzar miradas ardientes con Helenita y el miedo a que alguna de las chicas se diera cuenta, lejos de cohibirme, me alentaba a seguir.

Una vez que todo estuvo recogido, era el momento de la película, nos dirigimos hacia el salón, un enorme salón con una preciosa chimenea, apagada porque ya hacía calor, creo que no lo he dicho, pero la hermana de Helenita tenía una casa de campo enorme, y allí es donde celebramos la fiesta.

Como decía, el salón era enorme, dos preciosos sofás de color crema, y una mesa pequeña de madera daban una acogedora bienvenida. Solo había un detalle que rompía el equilibrio y era la inmensa televisión de plasma, panorámica, que tenían. Por lo menos veríamos la película con una calidad inmejorable.

Retiramos un poco los muebles, y echamos un par de sabanas en el suelo, como cuando éramos pequeñas y montábamos las tan deseadas fiestas de pijama, allí todas acomodadas y con Helenita a mi lado, nos pusimos a ver la película.
Yo ya me temía lo que podía ocurrir, amparadas por la oscuridad y con la tentación que suscitaban nuestros cuerpos pegados el uno al otro.

Pasada media hora de película y mientras todas estaban absortas con las miradas fijas en la pantalla, Helenita me rodeo con sus brazos y me invito a recostarme sobre ella, yo cedí guiada por el deseo de volver a sentir su tacto sobre mi piel, algo que no se hizo esperar. Con un pulso firme pero delicado, comenzó a acariciar el escote de mi blusa, sus labios estaban tan cerca de mi cuello, que podía sentir su aliento sobre él, me sentía como en una nube de algodón.

Con sus dedos, acaricio el primer botón de mi blusa, haciéndome desesperar por desabrocharlo, se hacía de rogar, y eso en parte me gustaba. Con la punta de sus dedos dibujo mis senos por encima de la tela y yo me contenía por no gemir de excitación y llamar la atención de las demás.

Acaricie su mano, invitándola a que siguiera en su camino para desabrochar mi blusa, y así lo hizo, al tiempo que sus gruesos y carnosos labios regaban mi cuello de deliciosos besos, que hacían que se me pusiera la piel de gallina, y en mí estomago revolotearan las míticas mariposas.

Con una dedicación pasmosa, desabrocho el botón de mi blusa y acompasando sus besos avanzaba hacia uno de mis senos, esta vez su pulso si temblaba y aquello me hizo temblar a mí, estaba ansiosa por sentir su calidez sobre mi pecho, deseaba que acariciara su contorno, me sumergí en sus besos, y suspire, en ese momento, su mano por fin alcanzó la tela de mi sostén, y lo aparto con sumo cuidado, mientras me susurraba al oído, que siempre le habían gustado mis pechos.

Yo no quería que ese momento terminara, mis piernas temblaban de placer y de miedo por si alguna de las chicas se había dado cuenta de lo que estábamos haciendo, lo cual se sumaba al morbo que todo aquello me producía.

Por desgracia, llamaron al timbre, era la hora del boys, me sentí fatal, yo quería continuar pero las circunstancias no lo permitían. Nos levantamos y encendimos las luces.

Lo que ocurrió después todos os lo podéis imaginar, apareció el boys, todas se volvieron locas, y mientras él nos deleitaba con su show, todas disfrutamos en grande de la velada, pero yo no podía quitarme de la cabeza, la sensación que me había producido el tacto de Helenita sobre mi piel.

Para mi sorpresa cuando acabó la fiesta, Helenita me pidió que la llevara a casa, durante el trayecto no dejábamos de dedicarnos miradas llenas de complicidad, hasta que cuando llegamos a su casa, me pidió que subiera con ella.

Lo que ocurrió aquella noche, es algo que jamás olvidaré y espero que ella tampoco, algún día, prometo contároslo.








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