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6 jul 2008

Despedida de soltera 2ª parte

Como ya os comente anteriormente, Helenita se casaba y nos fuimos de fiesta para despedir su soltería, ocurrieron muchas cosas, pero la historia no quedó allí.

Como compañeras suyas y buenas amigas que somos, nos pidió que fuésemos sus damas de honor y claro esta aceptamos con ilusión.
Lo que ocurrió antes de la boda fue lo siguiente.

Los preparativos se hicieron en la casa de campo de su hermana, las chicas y yo nos encargamos de vestirla, estaba preciosa con aquel vestido, era el tradicional blanco perla, con bordados en la falda y un escote precioso sin mangas que realzaba sus esplendidos pechos. La cola era medianamente corta y el velo se mantenía en una diadema de brillantes muy elegante. Los guantes blancos de medio brazo le daban un aspecto muy distinguido, en definitiva, le quedaba perfecto.

Mientras las chicas le atusaban el velo y acomodaban la cola, yo estaba terminando de adornar el ramo, cuando de repente, nos pidió que la dejáramos a solas. Todas nos sorprendimos un poco, pero nos imaginamos que con los nervios era algo normal. Cuando todas salieron y yo me disponía a hacer lo mismo, me paró en seco y me pidió que me quedara.

Yo no salía de mi asombro inicial, no estaba muy segura de que es lo que quería de mí, pero imaginé que sería para hablar de lo que ocurrió en la fiesta de la semana anterior. Me senté sobre la cama y la miré esperando a ver que me decía.

De repente ella se giró hacia la puerta y puso el pestillo, yo empecé a ponerme nerviosa, me miró con una cara de deseo que pocas veces había visto antes y como si de una fiera salvaje se tratara, se abalanzó sobre mí, con vestido incluido.

Caímos sobre la cama y empezó besarme con pasión, en los labios, el cuello y mi pecho. Yo no podía reaccionar entre la sorpresa y el susto. Como pude me la quite de encima y le pedí que parase.

Ella se contuvo y le pedí una explicación, comenzamos a hablar. Me dijo que siempre me había deseado pero que igualmente estaba muy enamorada de su futuro marido y que tras la boda jamás volvería a insinuarse, pero no podía olvidar lo que ocurrió el día de la fiesta y no quería casarse teniendo ese deseo aún en mente.

Yo no sabía que hacer, la deseaba tanto como ella a mí pero la imagen de su novio no se me iba de la cabeza y así se lo dije, ella se rió a carcajadas y me dijo que su novio ya lo sabia y que tenía su permiso, yo no me lo creía y ella viendo mi cara de incredulidad cogió su móvil, dispuesta a llamar a su novio.

En ese momento la creí por completo, rápidamente me levante y le quite el móvil de las manos, lo deje encima de la silla y la hice acompañarme hasta la cama.

Nos sentamos y la bese suavemente en los labios mientras la rodeaba con mis brazos para desabrocharle el vestido, no quería que se estropease, ella me ayudo en todo el proceso, con cuidado le quite la falda y el can can dejándola semi desnuda, sólo con la ropa interior.

Estaba impresionante, los pantis blancos sujetos deliciosamente por un liguero y debajo de este un tanga a juego, totalmente de encaje que no dejaba lugar a la imaginación.

La liga era sumamente tentadora, se puso en pie y apoyo la pierna con la liga sobre el borde la cama, entre mis piernas. Mientras ella se quitaba el liguero, yo apreté con mis labios la liga y la hice descender hacia sus tobillos.

Mis manos ascendieron por su pierna aun cubierta con el panti y cuando llegaron hasta su muslo a medida que iba bajándolo mi lengua lamía su piel desnuda.

En ese momento, ella suavemente me empujó sobre la cama con su pie ya desnudo y se sentó sobre mí, se quitó el sostén dejando sus preciosos y tersos senos al aire y se inclinó sobre mí. Muy despacio me quitó el corsé que formaba parte de mi vestido de dama de honor y se sorprendió al ver que no llevaba sostén.

Nuestros senos desnudos se rozaron suavemente y todo mi cuerpo tembló, posé mis manos en su trasero y lo apreté contra mí. Ella me besó en los labios y después se centró en mis senos, los acarició con sus dedos y pronto su lengua ya se paseaba por mis pezones haciéndolos endurecer de placer.

Yo gemí y en un arrebato me la quité de encima y la puse boca arriba en la cama. Con mi lengua tracé un camino desde su cuello hasta su ombligo, donde me detuve mientras mis manos le quitaban aquel diminuto tanga.

Ella mantenía los ojos cerrados disfrutando de mi tacto sobre su piel, una vez que la tenía allí completamente desnuda, besé sus muslos hasta llegar a su pubis. Mi lengua se introdujo entre los pliegues de su sexo buscando su jugoso clítoris, estaba húmedo y era muy cálido. Con la punta de mi lengua lo acaricie una y otra vez y ella se contoneaba con cada una de mis caricias.

Sentí como su vagina desprendía un calor ya conocido y supe que era el momento. Humedecí uno de mis dedos y suavemente acaricie los pliegues que protegen su vagina antes de introducirlo con cuidado.

A medida que mi dedo entraba en ella sus mejillas tomaban un color rosado muy excitante, entonces me incline para besarla, nuestras lenguas jugaron en su boca con ansía.

Mi mano seguía en su entrepierna buscando su punto G, quería hacerla gritar de placer y ver como se sumía en un orgasmo, por lo que introduje un segundo dedo, ella me agarró fuerte del brazo dándome a entender que había llegado a mi destino.

Mi lengua descendió hasta sus senos y lamí sus pezones al tiempo que los apretaba con los labios, su cadera no dejaba de moverse y mis dedos entraban y salían cada vez con más brío.

Cuando noté que por mis dedos se escurría una sustancia tibia, su cuerpo comenzó a temblar y ella gimió de una forma que casi me produce a mí un orgasmo, no quería llamar la atención de las chicas que rondarían cerca de la habitación y la bese para acallarla.

Pero las chicas ya la habían oído y golpeaban la puerta esperando una respuesta, nos miramos y nos reímos a carcajadas mientras gritábamos que no pasaba nada.

Ella sudaba y aún temblaba por lo que decidió darse una ducha, yo me vestí y me quedé arreglando el vestido. Cuando salió de la ducha me dio las gracias por haberla dejado cumplir uno de sus más eróticos deseos y yo me sentí abrumada.

Dejamos entrar a las chicas que no dejaban de preguntar que demonios había pasado y nosotras entre risas sólo decíamos que nada.
Sé que muchas de ellas sospecharon lo que sólo nosotras y esas cuatro paredes habíamos vivido momentos antes, pero ninguna se atrevió jamás a insinuar nada.

La boda ocurrió sin problemas y después de aquello ella cumplió su promesa, seguimos siendo amigas y compañeras en el salón, pero nos une aquella experiencia que nunca olvidaremos.

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