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16 sept 2008

En el crucero

Como ya os conté, me han pasado muchas cosas durante las vacaciones en el crucero. Me acompañaban dos amigas mías, María y Montse.
Amigas de la infancia y muy divertidas.

Pasamos muchas divertidas en el crucero, normalmente teníamos una rutina a seguir, por la mañana nos duchábamos y nos íbamos al Spa, jacuzzi, masajes y después la piscina.

Luego desayunábamos, después a la sala de juegos, donde echábamos un ping pong o cualquier otro juego ligero. Así hasta medio día, comíamos y nos íbamos a la piscina toda la tarde, por la noche tocaba cena y baile. Esa era nuestra rutina excepto los días que salíamos a visitar los diferentes lugares de la ruta del viaje.

En una ocasión mientras visitábamos el coliseo de roma, empecé a sentirme mal, algo mareada, y me llevaron de nuevo al crucero, tenía una pequeña insolación. Montse se quedó conmigo, mientras que María se quedó con el grupo en Roma.

Me tumbé en la cama y me quedé dormida, me sentía agotada por la insolación. No sé cuánto tiempo pasó pero me desperté sin más de un pequeño sobresalto. Sentía un suave tacto sobre mis piernas.

Abrí los ojos y me sorprendió al ver que Montse, desnuda, estaba acariciándome las piernas. Ella se percató de que me había despertado y cuando quise preguntarle, selló mi voz con sus labios. Me besó tiernamente, yo aún no salía de mi asombro, nunca había sospechado que Montse se sintiera atraída por mí.

Es una chica realmente atractiva, de cabellos rizados y dorados, ojos color negro y una tez morena muy sensual. Era la primera vez que la veía desnuda y su cuerpo era perfecto. De grandes pechos bien formados y tersos, su cuerpo poseía unas curvas de vértigo y unas piernas largas y delgadas.

Nuestros ojos se miraban fijamente, pero mis labios no podían emitir palabra alguna, sentía un extraño placer con cada centímetro que sus dedos recorrían sobre mi piel. Me sonrió y se posó sobre mí con delicadeza, comenzó a besar mi cuello, despacio, con ternura, avanzando lentamente hacía mis senos,donde se detuvo a contemplarlos durante unos segundos, a continuación con una de sus manos, los acarició como si de oro se tratara.

Había una extraña fascinación en su mirada, lo cual me excitaba cada vez más. Su tímida lengua, por fin se posó sobre mis senos, yo gemí de placer tan sólo con el contacto de esta sobre mis pezones. Se endurecieron, ella me sonrió de nuevo, y se metió uno en la boca, jugó con el cómo si de un caramelo se tratará, yo le acariciaba los hombros, deseaba besarlos, sentir el sabor de su piel, pero ella tenía el mando de la situación.

De repente se inclinó, y me susurró al oído que había tenido una idea, con su ropa interior, me ató las manos a la cabecera de la cama, dejándome así a su completa merced, aquello me excitó más aún.

Con su lengua recorrió mis senos y se dirigió hacía mi ombligo, donde se detuvo unos minutos para quitarme el tanga dejando mi sexo al descubierto, fue entonces cuando mis mejillas se sonrojaron, por la vergüenza, eso pareció gustarle, pues dejó mi pubis y volvió para besarme en los labios.

Yo le pedí que desistiera, pues no sabía cuando volvería María de la excursión, pero ella hizo oídos sordos a mi comentario. Sacó un consolador de su mesita de noche, lo encendió y comenzó a pasármelo desde los senos hasta mi cintura, el suave cosquilleo de aquel aparato me producía un placer delicioso, mi sexo ya humedecido se preparaba para recibirlo.

Ella posó sus labios sobre mi pubis, besándolo una y otra vez con suavidad y cariño, con mucho cuidado como si temiera que se fuera a romper. Su atrevida lengua pronto se adentró en él, lamiendo mi clítoris y todo mi sexo, ella me miraba de vez en cuando, sonriéndome y yo gemía de placer.

Empezaba a desear que usara aquel juguete conmigo, estaba muy excitada. Pero ella aún no tenía pensamiento de hacerlo, con uno de sus dedos, estimuló nuevamente mi clítoris, y acto seguido lo introdujo dentro de mí.

Mordí mis labios ahogando un grito de placer y mi cuerpo tembló durante un segundo. Ella dejó escapar una pícara risa que hizo que mi piel se erizara. Cogió de nuevo aquel juguete y empezó a pasarlo por mi clítoris, mientras que su dedo seguía en mi interior.

Yo ya no podía más, deseaba besarla, lamer sus senos y su sexo, quería hacerla mía como fuera, pero no podía, aún seguía atada a la cama.
En ese momento, su dedo abandonó mi cuerpo para dar paso al juguete.

Empecé a gemir de placer, trataba de no hacerlo, pero no podía evitarlo, ella se inclinó sobre mí y me besó repetidas veces, mordió mi barbilla y lamió mi cuello, mientras que con la mano mantenía el juguete dentro de mi sexo.

Creí morirme de placer, mi cadera se contoneaba de un lado a otro, dejándome llevar por la situación, su lengua siguió en mis senos, mordiendo mis pezones.

Cuando estaba cerca del clímax, la puerta del camarote se habría de repente, era María que se había regresado para ver como me encontraba. La pobre no salía de su asombro, Montse ni se inmutó, simplemente me soltó con cuidado, se levantó y se fue a la ducha.

Yo hice lo propio, me levanté y tapé mi cuerpo desnudo y sudoroso, María quiso preguntarme, pero entendió que todo estaba muy claro, por suerte para todas, no fue algo que le resultara desagradable, simplemente no volvimos a mencionar el tema, y el resto de día continuaron como siempre.

Fue una experiencia que tardaré en olvidar, pues el resto del tiempo que pasamos allí, estaba cargado de miradas llenas de complicidad, que hicieron el viaje más ameno y divertido.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Increíble descripción... muy caliente. Me encantan tus post... te invito a q entres al mio.
Dejame que te agregue.

Anónimo dijo...

Como siempre... Muy buenos, descriptivos, precisos y preciosos... y es que como digo yo No hay en esta vida cosas más hermosa que el cuerpo de una mujer.
Parece como si estuviera en el camarote, repito muy buenos.

Un saludo y sigue con este buen trabajo Melisa.






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