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12 sept 2008

Volviendo al trabajo

Ya se acabaron las vacaciones y de vuelta al trabajo en la oficina y el salón de masajes. Ando un poco oxidada y el primer día le pedí a mi jefa que me dejará practicar un poco con alguna compañera.

Y así lo hicimos, Conchi se ofreció para ayudarme a coger práctica de nuevo, nos metimos en una de las salas y nos pusimos a ello.
Decidí que comenzaría con un masaje completo, para no perder mucho tiempo, así que la mande a desnudar detrás del biombo y que se tapara con la toalla.

Se tumbó en la camilla, puse la música y me prepare para untarle los aceites, enrollé su toalla hasta sus nalgas, donde se quedó cubriéndolas, unté mis manos con los aceites y los esparcí desde sus piernas, pasando por su espalda hasta sus hombros.

Una vez que toda su piel se embadurnó de aceites, comencé con el masaje. Sus hombros estaban realmente tensos y me centré mucho en ellos. Su cuello fino pero bien formado también acumulaba mucha tensión. No había perdido mucha práctica, ya que recordaba todos y cada uno de los movimientos necesarios para un masaje relajante.

Descendí hasta sus omoplatos desde donde me dirigí hacia su columna. Revisé cada vértebra con cuidado y atención, y después de un buen rato relajando la zona, me dediqué a sus piernas. Con eso ayudaría a que su circulación y drenaje fuera más eficaz.

No me había dado cuenta antes, pero Conchi tenía unas piernas preciosas, largas y contorneadas, morenas por el sol. Sus tobillos eran realmente sensuales, llevaba una de esas modernas pulseras de tobillo que decidí quitarle para no incomodar mi trabajo.

Mientras me centraba en sus piernas, un suave sopor me inundó, el hecho de acariciarlas me estaba excitando y mi pulso tembló por unos segundos, debía disimular como fuera para que ella no lo notará.

Pero me costaba mucho, las curvas de sus piernas me hipnotizaban de tal forma, que por un momento me quedé inmóvil observándola. Ella se inclinó y me miró sorprendida, me preguntó por qué hacía parado y sin pensar le respondí, que sus piernas eran tan sensuales que me había excitado.

Cuando me di cuenta de la metedura de pata, ya era un poco tarde, Conchi se había sentado sobre la camilla, de un salto y cubría su cuerpo con la toalla, parecía algo asustada.

Yo traté de explicarle que había sido un pequeño error, pero ella me interrumpió. Cogió mi mano y me acercó a ella. Ahora es cuando la que empezaba a asustarse era yo.

Me puse a temblar, pues esperaba una regañina por su parte, pero para sorpresa, no fue así. Me miró fijamente a los ojos, me acercó más a ella y me besó. La curiosidad pudo conmigo y le pregunté, por qué hacía eso y ella estaba felizmente casada.

Su respuesta fue contundente, quería probar cosas nuevas, y sinceramente, yo no era quien para negárselo. Ella con una seguridad en sí misma, que me sorprendía, me quitó la bata. Debajo de esta llevaba una blusa, ella me besó el cuello mientras uno a uno me los iba desabrochando.

Yo acariciaba sus muslos desnudos, suaves por los aceites y tan deseables... Ella me desnudó de cintura para arriba, mis senos aun cubiertos por el sostén, le resultaron muy apetecibles y no dudó en acariciarlos y besarlos con ansía. Casi me hacía daño, pero me gustaba.

Me quité el sostén despacio y con algo de vergüenza, para facilitarle las cosas. Hundió su cara en mis senos desnudos, su lengua lamió mi piel, con cierta timidez, pero resultaba muy erótico, verla, sus mejillas rosadas por la vergüenza, pero con esas ansías de probar nuevas experiencias.

Mis manos ya habían llegado hasta sus nalgas, y las acariciaba y apretaba con pasión, eran redondas y duras, muy jugosas.

Ella empezó a lamer mis pezones, haciendo que estos se endurecieran, jugó con ellos un buen rato, de mi boca ya comenzaban a escapar unos suaves gemidos cuando un toqué en la puerta nos sobresaltó.

Nuestra jefa ya nos reclamaba para empezar los turnos, ambas nos miramos con cara de inconformidad, y asentimos para levantarnos y vestirnos.

Le prometí que nunca contaría lo que allí había ocurrido y ella me pidió que algún día se volviera a repetir.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Una historia muy excitante. Aunque los lios de trabajo siempre son peligrosos. Conozco más de uno que no a acabado demasiado bien.

Besitos.

Anónimo dijo...

Buff... llevo un mes horrible de curro, sin parar... y por fín he podido pasar por mi blog favorito y... con que facilidad se me ha olvidado el curro, y tengo muchas cosas que leer todavía de este maravilloso blog.

Gracias por seguir ahí, aunque no podamos estar todos los días para leerte.

Que bien me vendría ahora cualquier masaje.

:·*






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