Me gusta trabajar en el salón porque, siendo sincera, me ocurren cosas muy excitantes allí. Ya os he contado algunas de ellas, pero recientemente me ocurrió otra.
Como de costumbre me dispuse a recoger bien mi sala, pues ya había terminado mi turno, pero mi jefa me llamó para pedirme que me quedara a atender a un cliente más que había llegado a última hora y como me viene bien el dinero, y a pesar de que estaba agotada acepté.
Era un hombre de mediana edad, unos 35 ó 40 años, su aspecto era un poco descuidado, tenía barba de unos 4 ó 5 días, aunque iba bien vestido, parecía un poco apesadumbrado, pero como mi trabajo no es el de psicóloga, simplemente me dedique a darle el masaje que pedía.
Se desnudó de cintura para arriba y se tumbó en la camilla, me sorprendió al darme cuenta que a pesar de su desaliñado aspecto, este hombre se depilaba la espalda.
Era curioso ver como descuidaba su aspecto exterior, pero su cuerpo estaba bien formado y cuidado, se notaba que practicaba ejercicio regularmente. Su piel era suave y perfumada por lo que seguro se la trataba con alguna loción.
Mientras me hundía en todas aquellas ideas tratando de buscar una explicación, le esparcía el aceite por aquella fornida espalda, sentí que estaba dolorido, pues cada vez que apretaba mis dedos contra su columna, este se encogía del dolor.
Pero por lo que pude observar, no era un dolor físico, si no un dolor sentimental, me temía que ese pobre hombre estaba pasando por un mal momento, pero no me atreví a mediar palabra alguna.
Hasta que sin venir a cuento, aquel hombre me hizo una pregunta que me dejo estupefacta durante unos segundos, me pregunto si me resultaba atractivo. Sinceramente, si lo era, tenía unos enormes ojos verdes, era rubio y las facciones de su rostro estaban muy marcadas, incluso me encantaba el hoyuelo que tenía en la barbilla.
Mi respuesta fue un rotundo sí, seguida de una convincente explicación, a lo cual él se dio la vuelta, cogió una de mis manos y me miró fijamente, yo me quedé inmóvil. Entonces me dijo, que si eso era cierto, entonces que mantuviera relaciones con él, ahora en ese momento.
Yo me reí y él se asombró. Me desabroche la bata sin dejar de mirarle a los ojos, y el no salía de su asombro, mientras lo hacía acerqué mis labios a su oído y le susurre que no me iba a acostar con él, pero podía demostrarle de otras formas, que decía la verdad.
Por primera vez en todo el tiempo que llevábamos allí, lo vi sonreír, eso me agradó mucho. Sin cortarme un pelo me subí a la camilla y me senté sobre su cintura, cuando él fue a tocarme, me negué a que lo hiciera, esta vez sólo sería un espectáculo visual.
Mis manos se deslizaron por el borde de mi falda, sacando hacia afuera la blusa y se introdujeron por debajo, levantándola mientras acariciaba mi abdomen, dejando al aire mi tímido ombligo.
Andrés que así se llamaba el hombre, sintió de nuevo el deseo de acariciarme, pero nuevamente le detuve, con una pícara sonrisa.
Muy despacio me fui desabrochando los botones y poco a poco iba descubriendo más centímetros de mi piel, cuando llegué a la altura de mis senos, me paré y mi cadera empezó a contonearse, podía sentir su sexo duro, a pesar de los vaqueros que él llevaba puestos.
Continué en mi marcha hacia mis senos, pero esta vez más despacio, deleitándome en cada botón, miraba furtivamente a Andrés, quería ver como sus ojos se abrían cada vez más, a medida que me acercaba a los últimos botones.
Una vez que mi blusa quedó abierta y mis senos asomaban, me incline sobre él, y acerqué mis senos a sus labios, pero no dejé ni que los rozará, su miembro cada vez estaba más duro, casi podía sentir hasta el calor que este desprendía.
Me volví a poner recta y desabroche el sostén, dejé que los tirantes cayeran de mis hombros y mantuve mis pechos cubiertos un poco más.
Le sonreí de nuevo y poco a poco fui separando una de mis manos llevándome la parte del sostén que aún cubría mi seno. Hice lo mismo con la otra, hasta que ambos pechos quedaron al aire.
Mis pezones ya endurecidos y sonrosados pedían caricias a gritos, Andrés no hacía más que morderse los labios y empujar su cadera hacia arriba para tener un mayor contacto con mi pubis.
Con la punta de mis dedos, apreté suavemente mis pequeños pezones y comencé a acariciarlos muy suavemente, mi cadera no dejaba de contonearse y Andrés incluso ya comenzaba a sudar.
Pero lo mejor vendría ahora, mientras con una mano seguía tocándome los senos, dibujando su forma con la yema de los dedos, con la otra ya había bajado la cremallera de mi pantalón.
Le hice una señal para que fijara su vista en mi cintura, y un sonoro madre mía! salió de sus labios. Mi mano ya se había adentrado hasta mi entrepierna, por debajo del tanga, pero como me resultaba algo incómodo, me baje los pantalones hasta las rodillas.
Una vez que ya estaba más cómoda, mis manos jugaron con mis ingles y mi cadera seguía con su hipnótico contoneo. Yo misma estaba deseosa de acariciar mi pubis y no perdí más tiempo, mis dedos se introdujeron nuevamente por dentro del tanga, hasta llegar a mi clítoris, el cual ya estaba muy húmedo.
Lo apreté y acaricié, una y otra vez, toqué los labios que protegen mi vagina, despacio, lentamente, mi rostro reflejaba el placer que aquello me producía.
Miré a Andrés con cara de deseo y él entendió enseguida lo que pensaba hacer, saque mis dedos y le invite a que los lamiera, no dudo ni por un momento, su lengua se deslizó por ellos, sus labios los apretaron y siguió lamiéndolos dentro de su boca.
Pero yo quería darles otro uso y los saque para introducirlos otra vez debajo del tanga, pero esta vez no se detuvieron en mi clítoris, continuaron hasta mi vagina y una vez allí, los introduje lentamente, al tiempo que de mis labios se escapaba un tímido gemido.
Mi vagina estaba muy húmeda y mis dedos se deslizaban sin problemas dentro de ella, me contoneaba al mismo ritmo, para aumentar la sensación de placer. Entonces Andrés inclinó su cabeza hacia atrás, mordiéndose los labios para no gemir. Yo me quedé muy sorprendida, cuando sentí una sensación extraña en mi entrepierna.
Bajé la mirada y pude ver con asombro, que pantalón estaba manchado, el pobre no había podido evitar eyacular. Traté de que la situación fuera lo menos vergonzosa posible, me levante y me vestí y le ofrecí una toalla humedecida para que se limpiara y otra para que se cubriese mientras los pantalones se secaran.
Él estaba muy avergonzado, y yo no quería que se sintiera así, por lo que le dije que seguiríamos con el masaje. Por suerte el pantalón se secó a tiempo y pudo irse de allí como si nada hubiera pasado.
Fue muy divertido excitar a Andrés hasta que ya no pudo más, la lástima es que desde aquel día no le he vuelto a ver.


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27 jul 2008
De nuevo en el salón de masajes
6 jul 2008
Despedida de soltera 2ª parte
Como ya os comente anteriormente, Helenita se casaba y nos fuimos de fiesta para despedir su soltería, ocurrieron muchas cosas, pero la historia no quedó allí.
Como compañeras suyas y buenas amigas que somos, nos pidió que fuésemos sus damas de honor y claro esta aceptamos con ilusión.
Lo que ocurrió antes de la boda fue lo siguiente.
Los preparativos se hicieron en la casa de campo de su hermana, las chicas y yo nos encargamos de vestirla, estaba preciosa con aquel vestido, era el tradicional blanco perla, con bordados en la falda y un escote precioso sin mangas que realzaba sus esplendidos pechos. La cola era medianamente corta y el velo se mantenía en una diadema de brillantes muy elegante. Los guantes blancos de medio brazo le daban un aspecto muy distinguido, en definitiva, le quedaba perfecto.
Mientras las chicas le atusaban el velo y acomodaban la cola, yo estaba terminando de adornar el ramo, cuando de repente, nos pidió que la dejáramos a solas. Todas nos sorprendimos un poco, pero nos imaginamos que con los nervios era algo normal. Cuando todas salieron y yo me disponía a hacer lo mismo, me paró en seco y me pidió que me quedara.
Yo no salía de mi asombro inicial, no estaba muy segura de que es lo que quería de mí, pero imaginé que sería para hablar de lo que ocurrió en la fiesta de la semana anterior. Me senté sobre la cama y la miré esperando a ver que me decía.
De repente ella se giró hacia la puerta y puso el pestillo, yo empecé a ponerme nerviosa, me miró con una cara de deseo que pocas veces había visto antes y como si de una fiera salvaje se tratara, se abalanzó sobre mí, con vestido incluido.
Caímos sobre la cama y empezó besarme con pasión, en los labios, el cuello y mi pecho. Yo no podía reaccionar entre la sorpresa y el susto. Como pude me la quite de encima y le pedí que parase.
Ella se contuvo y le pedí una explicación, comenzamos a hablar. Me dijo que siempre me había deseado pero que igualmente estaba muy enamorada de su futuro marido y que tras la boda jamás volvería a insinuarse, pero no podía olvidar lo que ocurrió el día de la fiesta y no quería casarse teniendo ese deseo aún en mente.
Yo no sabía que hacer, la deseaba tanto como ella a mí pero la imagen de su novio no se me iba de la cabeza y así se lo dije, ella se rió a carcajadas y me dijo que su novio ya lo sabia y que tenía su permiso, yo no me lo creía y ella viendo mi cara de incredulidad cogió su móvil, dispuesta a llamar a su novio.
En ese momento la creí por completo, rápidamente me levante y le quite el móvil de las manos, lo deje encima de la silla y la hice acompañarme hasta la cama.
Nos sentamos y la bese suavemente en los labios mientras la rodeaba con mis brazos para desabrocharle el vestido, no quería que se estropease, ella me ayudo en todo el proceso, con cuidado le quite la falda y el can can dejándola semi desnuda, sólo con la ropa interior.
Estaba impresionante, los pantis blancos sujetos deliciosamente por un liguero y debajo de este un tanga a juego, totalmente de encaje que no dejaba lugar a la imaginación.
La liga era sumamente tentadora, se puso en pie y apoyo la pierna con la liga sobre el borde la cama, entre mis piernas. Mientras ella se quitaba el liguero, yo apreté con mis labios la liga y la hice descender hacia sus tobillos.
Mis manos ascendieron por su pierna aun cubierta con el panti y cuando llegaron hasta su muslo a medida que iba bajándolo mi lengua lamía su piel desnuda.
En ese momento, ella suavemente me empujó sobre la cama con su pie ya desnudo y se sentó sobre mí, se quitó el sostén dejando sus preciosos y tersos senos al aire y se inclinó sobre mí. Muy despacio me quitó el corsé que formaba parte de mi vestido de dama de honor y se sorprendió al ver que no llevaba sostén.
Nuestros senos desnudos se rozaron suavemente y todo mi cuerpo tembló, posé mis manos en su trasero y lo apreté contra mí. Ella me besó en los labios y después se centró en mis senos, los acarició con sus dedos y pronto su lengua ya se paseaba por mis pezones haciéndolos endurecer de placer.
Yo gemí y en un arrebato me la quité de encima y la puse boca arriba en la cama. Con mi lengua tracé un camino desde su cuello hasta su ombligo, donde me detuve mientras mis manos le quitaban aquel diminuto tanga.
Ella mantenía los ojos cerrados disfrutando de mi tacto sobre su piel, una vez que la tenía allí completamente desnuda, besé sus muslos hasta llegar a su pubis. Mi lengua se introdujo entre los pliegues de su sexo buscando su jugoso clítoris, estaba húmedo y era muy cálido. Con la punta de mi lengua lo acaricie una y otra vez y ella se contoneaba con cada una de mis caricias.
Sentí como su vagina desprendía un calor ya conocido y supe que era el momento. Humedecí uno de mis dedos y suavemente acaricie los pliegues que protegen su vagina antes de introducirlo con cuidado.
A medida que mi dedo entraba en ella sus mejillas tomaban un color rosado muy excitante, entonces me incline para besarla, nuestras lenguas jugaron en su boca con ansía.
Mi mano seguía en su entrepierna buscando su punto G, quería hacerla gritar de placer y ver como se sumía en un orgasmo, por lo que introduje un segundo dedo, ella me agarró fuerte del brazo dándome a entender que había llegado a mi destino.
Mi lengua descendió hasta sus senos y lamí sus pezones al tiempo que los apretaba con los labios, su cadera no dejaba de moverse y mis dedos entraban y salían cada vez con más brío.
Cuando noté que por mis dedos se escurría una sustancia tibia, su cuerpo comenzó a temblar y ella gimió de una forma que casi me produce a mí un orgasmo, no quería llamar la atención de las chicas que rondarían cerca de la habitación y la bese para acallarla.
Pero las chicas ya la habían oído y golpeaban la puerta esperando una respuesta, nos miramos y nos reímos a carcajadas mientras gritábamos que no pasaba nada.
Ella sudaba y aún temblaba por lo que decidió darse una ducha, yo me vestí y me quedé arreglando el vestido. Cuando salió de la ducha me dio las gracias por haberla dejado cumplir uno de sus más eróticos deseos y yo me sentí abrumada.
Dejamos entrar a las chicas que no dejaban de preguntar que demonios había pasado y nosotras entre risas sólo decíamos que nada.
Sé que muchas de ellas sospecharon lo que sólo nosotras y esas cuatro paredes habíamos vivido momentos antes, pero ninguna se atrevió jamás a insinuar nada.
La boda ocurrió sin problemas y después de aquello ella cumplió su promesa, seguimos siendo amigas y compañeras en el salón, pero nos une aquella experiencia que nunca olvidaremos.
22 jun 2008
Despedida de soltera
Tengo una compañera en el salón de masajes, que se casa muy pronto y como es costumbre en este tipo de cosas, quiso organizar una despedida de soltera, y nos invito a las chicas del salón.
Su hermana contactó con nosotras para explicarnos como sería la fiesta, nos dijo que su hermana tenía un concepto sobre ella muy conservador, no la veía capaz de hacer ninguna locura y eso es lo que quería que aquella noche pensara, iríamos a cenar a su casa, una cena muy formal y tranquila, un café y después una película, pero lo que Helenita no sabía, mi compañera que se casaba, es que su hermana había alquilado un boys y este aparecería en medio de la película.
La idea me pareció genial, estaba deseando ver la cara de Helenita cuando apareciera el chico, iba a ser muy divertido.
Todo fue de maravilla, mientras nos dirigíamos a casa de su hermana, Helenita nos contaba entre risas lo anticuada y recatada que era su hermana, y nosotras teníamos que mordernos la lengua para no desvelar la sorpresa.
Una vez en su casa y tras las debidas presentaciones, nos dispusimos a cenar, la mesa estaba preciosa, un bonito mantel la cubría y los centros de mesa junto con las velas y la cubertería, la hacía muy distinguida. Todo hacia entender lo bohemia que era la hermana de Helenita.
Mientras tomábamos un entremés de bocaditos de atún y canapés de caviar, acompañados de un vino blanco muy aromático y suave, charlábamos animadamente de los por menores del matrimonio y bromeábamos sobre los hombres casados. La velada estaba siendo de ensueño.
Después de tanta charla y a pesar de los entremeses, el agradable olor que nos inundaba desde la cocina, nos abrió el apetito aún más. Yo y Helenita nos levantamos para recoger la cubertería usada y llevarla a la cocina, mientras yo retiraba los restos de los platos y los colocaba en el lavavajillas, ocurrió algo que me sorprendió mucho, Helenita me había cogido de la cintura, firmemente y tiro de mí hacia ella, me abrazo con fuerza y pegando sus labios a mi oído, me susurro que hoy sería una noche muy especial. Yo me sentí abrumada, un poco desorientada e incluso algo excitada, sentir sus pechos firmes sobre mi espalda, y su cálido aliento en mi oreja, no me había resultado nada desagradable y por un momento olvide que en la habitación contigua nos esperaban, su hermana y el resto de las chicas.
Me compuse como pude y nos dirigimos hacia la mesa de nuevo, nos sentamos y esperamos a que la hermana de Helenita sirviera la cena, nos esperaban unos deliciosos langostinos en salsa y almejas a la marinera, me encanta el marisco, además de que se dice que es afrodisiaco, para acompañar también teníamos unos pinchitos de bogavante con verduritas y una salsa algo picante, digno de un buen gourmet.
Comenzamos a jugar con la comida, sobre todo con los pinchitos, Helenita que estaba sentada a mi lado, me ofreció comer un trozo de pimiento de su boca, yo al principio me limite a sonrojarme, pero las demás le encontraron gracia al juego y me animaron a hacerlo, imitándonos.
Así que con cuidado, comí de su boca, pero ella no se cortó un pelo y aprovechando el momento me besó. Abrí los ojos de par en par y mire al resto de chicas que entre risas y silbidos nos volvieron a imitar.
Todas estaban disfrutando pero yo me sentía un poco avergonzada ante las insinuantes miradas de Helenita, me daba un poco de reparo la idea de que pronto seria una mujer casada y estaba allí insinuándoseme de aquella forma. De todas formas seguimos con la velada, era la hora del postre, unas suculentas y deliciosas fresas con nata helada.
Mientras disfrutábamos de ellas, sentí como la mano de Helenita se deslizó por mi muslo, al mirarla esperando que desistiera, solo me sonrió y siguió acariciándome, debido a aquello me sentía tan acalorada que ni la nata helada conseguía quitarme esos calores. No sabía qué hacer para disimular que aquello me excitaba mucho y ella sin temor a que nos descubrieran seguía adentrando su mano hasta mi entrepierna.
Su tacto era muy cálido y agradable, mi piel se estremecía y mis mejillas se sonrojaban más, a medida que se acercaba a la tela que cubría mi sexo. Las chicas se dieron cuenta del color resaltado de mis mejillas y entre risas nerviosas aclaré que había bebido mucho vino, a lo que las demás respondieron con bromas y prosiguió la velada.
Helenita seguía empeñada en acariciarme, y yo trataba de esquivar su mano, cruzando las piernas, pero eso no la iba a detener, y el deseo que comenzaba a crearse en mí, tampoco me ayudaba a controlar la situación.
Por suerte, la cena terminó rápido, y todas nos levantamos para ayudar a recoger la mesa, mientras lo hacíamos, no podía evitar cruzar miradas ardientes con Helenita y el miedo a que alguna de las chicas se diera cuenta, lejos de cohibirme, me alentaba a seguir.
Una vez que todo estuvo recogido, era el momento de la película, nos dirigimos hacia el salón, un enorme salón con una preciosa chimenea, apagada porque ya hacía calor, creo que no lo he dicho, pero la hermana de Helenita tenía una casa de campo enorme, y allí es donde celebramos la fiesta.
Como decía, el salón era enorme, dos preciosos sofás de color crema, y una mesa pequeña de madera daban una acogedora bienvenida. Solo había un detalle que rompía el equilibrio y era la inmensa televisión de plasma, panorámica, que tenían. Por lo menos veríamos la película con una calidad inmejorable.
Retiramos un poco los muebles, y echamos un par de sabanas en el suelo, como cuando éramos pequeñas y montábamos las tan deseadas fiestas de pijama, allí todas acomodadas y con Helenita a mi lado, nos pusimos a ver la película.
Yo ya me temía lo que podía ocurrir, amparadas por la oscuridad y con la tentación que suscitaban nuestros cuerpos pegados el uno al otro.
Pasada media hora de película y mientras todas estaban absortas con las miradas fijas en la pantalla, Helenita me rodeo con sus brazos y me invito a recostarme sobre ella, yo cedí guiada por el deseo de volver a sentir su tacto sobre mi piel, algo que no se hizo esperar. Con un pulso firme pero delicado, comenzó a acariciar el escote de mi blusa, sus labios estaban tan cerca de mi cuello, que podía sentir su aliento sobre él, me sentía como en una nube de algodón.
Con sus dedos, acaricio el primer botón de mi blusa, haciéndome desesperar por desabrocharlo, se hacía de rogar, y eso en parte me gustaba. Con la punta de sus dedos dibujo mis senos por encima de la tela y yo me contenía por no gemir de excitación y llamar la atención de las demás.
Acaricie su mano, invitándola a que siguiera en su camino para desabrochar mi blusa, y así lo hizo, al tiempo que sus gruesos y carnosos labios regaban mi cuello de deliciosos besos, que hacían que se me pusiera la piel de gallina, y en mí estomago revolotearan las míticas mariposas.
Con una dedicación pasmosa, desabrocho el botón de mi blusa y acompasando sus besos avanzaba hacia uno de mis senos, esta vez su pulso si temblaba y aquello me hizo temblar a mí, estaba ansiosa por sentir su calidez sobre mi pecho, deseaba que acariciara su contorno, me sumergí en sus besos, y suspire, en ese momento, su mano por fin alcanzó la tela de mi sostén, y lo aparto con sumo cuidado, mientras me susurraba al oído, que siempre le habían gustado mis pechos.
Yo no quería que ese momento terminara, mis piernas temblaban de placer y de miedo por si alguna de las chicas se había dado cuenta de lo que estábamos haciendo, lo cual se sumaba al morbo que todo aquello me producía.
Por desgracia, llamaron al timbre, era la hora del boys, me sentí fatal, yo quería continuar pero las circunstancias no lo permitían. Nos levantamos y encendimos las luces.
Lo que ocurrió después todos os lo podéis imaginar, apareció el boys, todas se volvieron locas, y mientras él nos deleitaba con su show, todas disfrutamos en grande de la velada, pero yo no podía quitarme de la cabeza, la sensación que me había producido el tacto de Helenita sobre mi piel.
Para mi sorpresa cuando acabó la fiesta, Helenita me pidió que la llevara a casa, durante el trayecto no dejábamos de dedicarnos miradas llenas de complicidad, hasta que cuando llegamos a su casa, me pidió que subiera con ella.
Lo que ocurrió aquella noche, es algo que jamás olvidaré y espero que ella tampoco, algún día, prometo contároslo.
14 jun 2008
SALÓN DE MASAJES: Un cliente especial
Trabajar como secretaria, no siempre te proporciona una independencia económica y una diversión continua y satisfactoria, por lo que hace tiempo decidí estudiar quiromasaje. Pero como en esta vida una tiene que ser lo mas practica posible, me puse a trabajar y de paso practicar, en un salón de quiromasaje, donde me gano unos ingresos extra, que nunca vienen mal.
Con lo que no contaba es que me iban a suceder cosas como la que os voy a relatar a continuación.
Como de costumbre fui al salón a trabajar, un día como otro cualquiera. Los clientes que pasan por allí son de lo más variado. Desde jóvenes deportistas, amas de casa, hasta personas mayores que buscan aliviar sus dolores.
Aquel día tenia un cliente al que yo considero especial, era un hombre mayor de unos 60 años, muy sibarita y exigente. Por lo que tenia entendido sólo aceptaba que le atendieran chicas jóvenes y de buen ver, al parecer le agradaba mucho mi aspecto, pues siempre que yo estaba disponible, exigía que fuera yo quien le atendiera.
Desde hacia un tiempo había notado como me miraba, y como cambiaba su tono de voz cuando hablaba conmigo, pero hasta entonces supuse que lo hacía por simpatía.
El hombre tenía un aspecto muy agradable, sus ojos eran de un color verde claro precioso, su pelo aunque ya canoso por la edad, le sentaba de lujo. Era fornido y muy alto. se conservaba muy bien, resultaba incluso atractivo. Su voz era profunda y transmitía mucha seguridad.
Estaba aquejado de la espalda por una desviación de la columna, escoliosis, y cada cierto tiempo requería de un tratamiento de quiromasaje para aliviar esos dolores del día a día.
Como de costumbre, una vez que se acostó en la camilla, me dispuse a darle el masaje. Unté mis manos con las esencias aromáticas que a el más le gustan y mientras las esparcía por su piel, comenzó a hablarme.
Normalmente, se mantenía en silencio todo el tiempo, disfrutando del masaje, pero ese día tenía algo importante que decirme. Comenzó a hablar de lo mucho que le gustaba mi tacto, el calor de mis manos, le hacían sentirse muy bien, yo al principio me lo tomé como un halago, no pienso que sea la mejor en lo que hago, pero sé que nunca han tenido quejas de mí.
Prosiguió alabando el alivio que le proporcionaban este tipo de masajes, y que era una de las pocas chicas que le agradaban lo suficiente, pero sin más y sin venir a cuento comenzó a acariciar uno de mis muslos con su mano. Yo no sabía que hacer, por un momento me quede quieta y el al percatarse de ello, con voz suave casi con un susurro, me pidió que siguiera.
Como un resorte, volví a masajear su espalda, en cierta forma no me molestaba el hecho de que me acariciara incluso resultaba muy agradable, la forma en que me tocaba.
Él siguió hablando, hasta que me preguntó si ganaba lo suficiente, fui bastante sincera, si estaba allí es porque mi trabajo no me daba los ingresos suficientes para llegar a fin de mes.
Por mi mente pasaron una gran cantidad de ideas descabelladas, que para mi sorpresa no se alejaban mucho de la realidad.
Tras mi respuesta, comenzó a hablar de lo sólo que se encontraba, era un hombre divorciado y desde aquello no había vuelto a conocer mujer. Me contó como pasaba el día y sinceramente me entristeció mucho lo que me contaba, era muy sincero en sus palabras, en un principio pensé que sólo trataba de darme pena, pero en ese momento se dio la vuelta, me miró fijamente y me pidió que no me compadeciera de él.
Sin dejar de acariciarme recorrió mi cuerpo con la mirada, pero me miraba con respeto y admiración, cosa que me resulto incluso excitante. Después de un largo silencio, me preguntó si me molestaban sus caricias a lo que respondí que no. Eso le dio pie a seguir acariciándome, deslizó su mano hasta mi cadera.
Me sentía abrumada y a la vez excitada, su pulso firme y la forma tan delicada con la que me tocaba, me hizo temblar de excitación.
Sin pensarlo mucho, me quité la bata y me incline sobre él.
Juntos desabrochamos los botones de mi camisa, dejando al aire mis pechos, él los miró con dulzura y comenzó a acariciarlos muy suavemente. Se me puso la piel de gallina, por la sensualidad que desprendía su tacto sobre mi piel. Aspiro mi perfume varias veces, olió mi cabello, y con un susurro me dijo que era preciosa.
Sus dedos dibujaban a la perfección el contorno de mis senos, se detenía cada pocos centímetros, para apreciar con más detalle, mi piel. Rodeo mis pezones erectos, con suavidad. Pasó la punta de sus dedos por el encaje de mi sostén, donde este terminaba de cubrir mis pechos, nunca antes me habían acariciado con esa dedicación y admiración.
Tan sólo con su tacto me excitó de una forma sublime, era increíble el respeto que mostraba en cada uno de sus movimientos, acarició mis pechos como nunca antes nadie lo había hecho. Desabroché mi sostén y deje libres mis pechos, para que pudiera acariciarlos con mayor libertad, deseaba que lo hiciera, todo era tan excitante...
Pero para mi sorpresa no quiso seguir, dulcemente me invitó a que me vistiera de nuevo, y me agradeció profundamente que le hubiera dejado acariciarme.
No entendía muy bien por qué no quiso seguir, y ante mi mirada de desconcierto, me aclaró que, no buscaba en mi sexo, si no recordar lo que significaba acariciar la piel de una mujer, su calor, su suavidad, le había hecho muy feliz.
Me sentí avergonzada por haber creído que quería acostarse conmigo, pero por otro lado, el hecho de que aquel hombre de aspecto serio me hubiera elegido a mí para rememorar aquello que ya tenía por olvidado, me halagaba.
Se levantó, se vistió y sacó su cartera para ofrecerme dinero, que aunque lo necesito, en un primer momento me negué a aceptar, pues todo lo que había hecho había sido de buena gana, pero me obligó a aceptarlo diciendo que había cumplido uno de sus anhelos y eso no tiene precio.
Con la misma sutileza de siempre, se levantó y se marchó, dedicándome un hasta la próxima con una sonrisa, la primera vez que le veía sonreír.





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