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16 jun 2008

SALÓN DE MASAJES: La sensual nadadora



Como ya dije anteriormente, en el salón de quiromasaje suelen ocurrirme cosas muy curiosas, hoy me acordé de otra situación.

Aquel día como otro cualquiera, fui al salón después de mi jornada como secretaria, y como de costumbre me dispuse a preparar mi sala para la clienta de ese día.

Era Susana, una joven nadadora profesional, que venía una vez por semana para relajarse un poco de tanta presión. Es una chica alta muy esbelta, de una piel clara que maravillaba por lo tersa que es. Tiene el pelo largo y rubio natural, y sus ojos color gris, están llenos de energía, una energía que se contagia.

Es tímida y poco habladora, pero con su mirada es capaz de transmitir lo que piensa y siente a la perfección, me fascina esa chica, parece un ángel, un ángel terrenal.

Le gusta mucho el olor a jazmín y por eso siempre uso aromaterapia de jazmín, para ella. Disfruto tocando su piel en mis masajes, y sé que a ella también le gusta.

Como iba diciendo, llegó puntual a la cita, iba preciosa, con un pantalón vaquero, que le sentaba genial, y una fina blusa blanca que dibujaba el contorno de sus senos de una forma muy sensual. Le prepare la camilla mientras ella se desvestía y cubría con la toalla tras el biombo. Normalmente, no se suelen hacer estas cosas, pero al tratarse de un masaje de espalda, es lo más cómodo para ambos, paciente y masajista.

Se tumbó suavemente sobre la camilla, y yo unté mis manos con esencia, comencé a esparcirla por toda su espalda y a masajear sus tensos músculos. Su piel es perfecta, tersa, suave y luminosa, es increíble como el cloro de las piscinas no hizo mella en ella.

No podía dejar de mirar sus hombros, tan bien formados, me entretuve un buen rato en ellos, mientras me imaginaba besándolos y oliendo su perfume, bajé hasta su cintura, trabajando toda la columna, tenía un lunar muy gracioso cerca de la axila, siempre me había fijado en él, me resultaba algo erótico incluso.

Como de costumbre, cada vez que tenía cita con Susana, mi imaginación volaba, deseaba besar su piel y acariciar sus pechos, lamer cada centímetro de ellos... Ella de vez en cuando giraba su rostro y me miraba dulcemente, como si agradeciera cada gesto mío.

Aquel día no pude más, me dejé llevar y prácticamente no me importo lo que pudiera pasar, me incline sobre su espalda y la bese con suavidad, para mi sorpresa ella ni se inmutó, si no que se puso más cómoda y sólo dijo, sigue, por favor.

Continué besándola, despacio y deleitándome cada vez que mis labios tocaban su piel, ella se dio la vuelta y yo acaricié su abdomen, la miré a los ojos y ella me respondió con una tímida sonrisa, extendió su mano y acarició mi pelo, me atrajo hasta sus labios y me besó.

Un escalofrío de placer recorrió mi columna, ella se acercó a mis oídos y me dijo, soy lesbiana y me gustas mucho. Realmente aquello me sorprendió mucho, no me esperaba aquella sorpresa, pero lejos de desagradarme, me pareció perfecto.

Acto seguido bese su cuello y deslicé mi lengua hasta sus pechos, tan firmes y suaves, me temblaban las piernas, había estado deseando poder acariciarlos desde hacía ya mucho tiempo y por fin podía hacerlo.

Mi lengua acarició sus erguidos pezones, y mi atención se fijó en su excitada respiración, las dos estábamos muy a gusto y yo me sentía con libertad para hacer lo que quisiera. Mis manos acariciaron sus senos al compás de mi lengua, me deleite con su contorno mientras tímidamente una de mis manos, se deslizaba hasta su pubis.

Ella abrió sus piernas invitándome a acariciarla, y así lo hice, mis dedos acariciaron toda la zona, con una suavidad extrema, jugué con su clítoris y mientras la besaba introduje uno de mis dedos dentro de ella, estaba húmedo y calentito, era una sensación sumamente agradable.

Ella gimió y yo me excite aún más, metí mi cabeza entre sus piernas, y comencé a lamer su pubis con cuidado, mi dedo seguía dentro de ella, comenzó a acariciarse los senos, mientras mi lengua se deslizaba por todos los rincones.

Estaba disfrutando ese momento como nunca, pero para mala suerte nuestra las citas tienen un horario que cumplir, y el de esta ya se había terminado, saque mi mano dulcemente de su entrepierna, y la tape de nuevo con la toalla, ella se levantó y agarrándome por la cintura me acercó a ella y me besó.

Acto seguido fue a vestirse tras el biombo y comenzó a hablar, me dijo que la experiencia había sido increíble y que si yo quería, podría ir a darle masajes a su casa, por un módico precio. En cierta manera la idea me resultaba agradable, por un lado necesitaba el dinero extra y por otro en la intimidad de su casa, nada ni nadie nos molestarían.

Acepte gustosa su oferta, me moría de ganas por continuar donde lo habíamos dejado, aún estaba muy excitada por lo sucedido y sabía que no podría dejar de pensar en ella durante todo el día.

Antes de irse me dejó una tarjeta con su teléfono, para que la llamara cuando yo tuviera libre y concertar la cita para sus masajes a domicilio. Sé que si el salón se entera de esto puedo perder mi empleo, pero creo y sigo pensando que vale la pena, ninguna de las dos se sintió obligada a nada y ambas estábamos de acuerdo en lo que allí sucedió.

Se fue con una amplia sonrisa y yo guarde con recelo su tarjeta a la espera de ese nuevo encuentro...

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