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15 jun 2008

Sexo en el ascensor.

Hace días que no deja de llover, algo natural en invierno, pero se hace hasta estresante andar todo el día con el paraguas de un lado a otro y la humedad hace que mi cuerpo se resienta.

Llegué tarde al trabajo, como viene siendo costumbre, con las lluvias la gente usa más los taxis.
Toda la mañana la misma rutina de siempre, archivar documentos, hacer café, llamar a los clientes, poner al día la base de datos, enviar emails... y un sinfín de cosas más.

Se acercaba el medio día y ya todos se iban preparando para ir a comer, pero yo debía entregar una serie de informes al sud-director que estaba unas plantas más arriba, no me apetecía usar las escaleras, por lo que opté por ir en el ascensor.

Me dirigí hacia allí y cuando las puertas se abrieron le vi. A mi mente volvieron aquellas sensuales palabras que me dedicó por teléfono, recuerdo sus jadeos al otro lado del hilo telefónico.
Desde aquel día no habíamos vuelto a coincidir por las oficinas.

Entré y él me miró con cara de sorpresa, yo me sonrojé no esperaba encontrármelo tan de repente, las puertas se cerraron.
Me preguntó a que planta me dirigía y pulsó el botón. Cuando el ascensor se puso en marcha, me miró y sonrió.
Yo no sabía qué hacer, me puse nerviosa y mis mejillas estaban sonrojadas.

Cuando me decidí a saludarle, el ascensor tembló, las luces comenzaron a parpadear, hasta que se apagaron del todo.
El ascensor se detuvo en seco. Estaba muy asustada, no sabía que estaba pasando y el al notar mi nerviosismo, me abrazo fuertemente. Me sentí bastante aliviada, me sentía protegida entre sus brazos.

Por suerte el llevaba el móvil encima y llamamos a las oficinas, se había ido la luz en toda la calle.
Nos dijeron que llamarían a los bomberos y que no tardarían mucho.
Viendo que estábamos entre dos pisos y que no volvía la luz, supimos que esto llevaría su tiempo.

Me invitó a sentarme a su lado en el suelo, mientras esperábamos a que nos saquen de allí.
Se quitó la chaqueta y la puso sobre mis hombros, nos acurrucamos el uno con el otro, hacía frío y comenzamos a conversar.

No sé cómo pero en medio de la conversación me recordó aquella llamada telefónica, yo no levantaba la vista del suelo.
Rememoró cada detalle de aquel día y yo no salía de mi asombro, el recordaba cada momento, cada instante de aquella noche mágica.

Entonces sin venir a cuento, se quedó en silencio, levante la vista preguntándome porque se había detenido y me encontré con sus ojos mirándome fijamente.
Me quedé inmóvil ni siquiera me moví cuando él comenzó a acercar sus labios a los míos, hasta besarme dulcemente.

Hacía mucho que deseaba que llegara ese momento, me recostó en el suelo y se inclinó sobre mí con cuidado.
Besó mi cuello y mis pechos con suma dulzura mientras sus manos subían por mis muslos levantando mi falda a su paso.

Yo le desabrochaba el pantalón despacio, le deseaba allí y en ese momento, no podíamos perder tiempo ya que pronto nos sacarían de allí.
Me desnudó despacio y con suavidad, mientras yo hacía lo mismo con él, entre besos y caricias fuimos acomodando nuestros cuerpos.

Le pedí que me penetre despacio, y así lo hizo, sentirle dentro de mí es lo que había estado esperando desde aquel día en el que decidí llamarle.
Sentir su miembro fuerte y vigoroso deslizarse con dulzura me hizo estremecer de placer.

Callaba mis gemidos besando y mordiendo sus hombros al tiempo que el callaba los suyos lamiendo mis pechos.
A pesar del frío, mi cuerpo sudaba como si estuviera en una sauna, su perfume inundaba todo el ascensor.

Aunque estábamos encerrados, la oscuridad que nos rodeaba lo hacía todo más íntimo y sensual.
Mis sentidos estaban más sensibles y podía notar como su cuerpo temblaba de placer, cada vez que entraba y salía de mi cuerpo.

Yo no pude resistir más y dejé escapar un fuerte gemido de mis labios cuando el orgasmo se apoderó de mí.
Mi cuerpo sudoroso y tembloroso se rendía ante su presencia y me fundí en sus labios jugando con su lengua.
Permanecimos unos minutos inmóviles abrazados, mientras recurábamos fuerzas.

Poco a poco nos levantamos, y nos vestimos el uno al otro con cariño entre besos y miradas cómplices.
Mientras nos abrazábamos volvió la luz y el ascensor se puso en marcha.
Fue una experiencia corta pero intensa, jamás pensé en que volvería a coincidir con el tras aquella vez en la que dimos rienda suelta a nuestra pasión por el teléfono.

Pero la suerte y el destino quisieron sonreírme ese día y dejarnos encerrados en aquel ascensor.
Cuando conseguimos salir me sorprendió que no tratara de disimular y delante de todos, me volvió a abrazar con dulzura.

Todo el mundo volvió a sus quehaceres y yo pasé la tarde pensando en él, no podía olvidar lo que había sucedido en el ascensor.
Cuando ya íbamos a cerrar, apareció y se acercó a mí, dejó una nota en mi mesa, sonrió y se marchó.
Estoy deseando llegar a casa para leerla...


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