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27 jul 2008

De nuevo en el salón de masajes

Me gusta trabajar en el salón porque, siendo sincera, me ocurren cosas muy excitantes allí. Ya os he contado algunas de ellas, pero recientemente me ocurrió otra.

Como de costumbre me dispuse a recoger bien mi sala, pues ya había terminado mi turno, pero mi jefa me llamó para pedirme que me quedara a atender a un cliente más que había llegado a última hora y como me viene bien el dinero, y a pesar de que estaba agotada acepté.

Era un hombre de mediana edad, unos 35 ó 40 años, su aspecto era un poco descuidado, tenía barba de unos 4 ó 5 días, aunque iba bien vestido, parecía un poco apesadumbrado, pero como mi trabajo no es el de psicóloga, simplemente me dedique a darle el masaje que pedía.

Se desnudó de cintura para arriba y se tumbó en la camilla, me sorprendió al darme cuenta que a pesar de su desaliñado aspecto, este hombre se depilaba la espalda.

Era curioso ver como descuidaba su aspecto exterior, pero su cuerpo estaba bien formado y cuidado, se notaba que practicaba ejercicio regularmente. Su piel era suave y perfumada por lo que seguro se la trataba con alguna loción.

Mientras me hundía en todas aquellas ideas tratando de buscar una explicación, le esparcía el aceite por aquella fornida espalda, sentí que estaba dolorido, pues cada vez que apretaba mis dedos contra su columna, este se encogía del dolor.

Pero por lo que pude observar, no era un dolor físico, si no un dolor sentimental, me temía que ese pobre hombre estaba pasando por un mal momento, pero no me atreví a mediar palabra alguna.

Hasta que sin venir a cuento, aquel hombre me hizo una pregunta que me dejo estupefacta durante unos segundos, me pregunto si me resultaba atractivo. Sinceramente, si lo era, tenía unos enormes ojos verdes, era rubio y las facciones de su rostro estaban muy marcadas, incluso me encantaba el hoyuelo que tenía en la barbilla.

Mi respuesta fue un rotundo sí, seguida de una convincente explicación, a lo cual él se dio la vuelta, cogió una de mis manos y me miró fijamente, yo me quedé inmóvil. Entonces me dijo, que si eso era cierto, entonces que mantuviera relaciones con él, ahora en ese momento.

Yo me reí y él se asombró. Me desabroche la bata sin dejar de mirarle a los ojos, y el no salía de su asombro, mientras lo hacía acerqué mis labios a su oído y le susurre que no me iba a acostar con él, pero podía demostrarle de otras formas, que decía la verdad.

Por primera vez en todo el tiempo que llevábamos allí, lo vi sonreír, eso me agradó mucho. Sin cortarme un pelo me subí a la camilla y me senté sobre su cintura, cuando él fue a tocarme, me negué a que lo hiciera, esta vez sólo sería un espectáculo visual.

Mis manos se deslizaron por el borde de mi falda, sacando hacia afuera la blusa y se introdujeron por debajo, levantándola mientras acariciaba mi abdomen, dejando al aire mi tímido ombligo.

Andrés que así se llamaba el hombre, sintió de nuevo el deseo de acariciarme, pero nuevamente le detuve, con una pícara sonrisa.

Muy despacio me fui desabrochando los botones y poco a poco iba descubriendo más centímetros de mi piel, cuando llegué a la altura de mis senos, me paré y mi cadera empezó a contonearse, podía sentir su sexo duro, a pesar de los vaqueros que él llevaba puestos.

Continué en mi marcha hacia mis senos, pero esta vez más despacio, deleitándome en cada botón, miraba furtivamente a Andrés, quería ver como sus ojos se abrían cada vez más, a medida que me acercaba a los últimos botones.

Una vez que mi blusa quedó abierta y mis senos asomaban, me incline sobre él, y acerqué mis senos a sus labios, pero no dejé ni que los rozará, su miembro cada vez estaba más duro, casi podía sentir hasta el calor que este desprendía.

Me volví a poner recta y desabroche el sostén, dejé que los tirantes cayeran de mis hombros y mantuve mis pechos cubiertos un poco más.
Le sonreí de nuevo y poco a poco fui separando una de mis manos llevándome la parte del sostén que aún cubría mi seno. Hice lo mismo con la otra, hasta que ambos pechos quedaron al aire.

Mis pezones ya endurecidos y sonrosados pedían caricias a gritos, Andrés no hacía más que morderse los labios y empujar su cadera hacia arriba para tener un mayor contacto con mi pubis.

Con la punta de mis dedos, apreté suavemente mis pequeños pezones y comencé a acariciarlos muy suavemente, mi cadera no dejaba de contonearse y Andrés incluso ya comenzaba a sudar.

Pero lo mejor vendría ahora, mientras con una mano seguía tocándome los senos, dibujando su forma con la yema de los dedos, con la otra ya había bajado la cremallera de mi pantalón.

Le hice una señal para que fijara su vista en mi cintura, y un sonoro madre mía! salió de sus labios. Mi mano ya se había adentrado hasta mi entrepierna, por debajo del tanga, pero como me resultaba algo incómodo, me baje los pantalones hasta las rodillas.

Una vez que ya estaba más cómoda, mis manos jugaron con mis ingles y mi cadera seguía con su hipnótico contoneo. Yo misma estaba deseosa de acariciar mi pubis y no perdí más tiempo, mis dedos se introdujeron nuevamente por dentro del tanga, hasta llegar a mi clítoris, el cual ya estaba muy húmedo.

Lo apreté y acaricié, una y otra vez, toqué los labios que protegen mi vagina, despacio, lentamente, mi rostro reflejaba el placer que aquello me producía.

Miré a Andrés con cara de deseo y él entendió enseguida lo que pensaba hacer, saque mis dedos y le invite a que los lamiera, no dudo ni por un momento, su lengua se deslizó por ellos, sus labios los apretaron y siguió lamiéndolos dentro de su boca.

Pero yo quería darles otro uso y los saque para introducirlos otra vez debajo del tanga, pero esta vez no se detuvieron en mi clítoris, continuaron hasta mi vagina y una vez allí, los introduje lentamente, al tiempo que de mis labios se escapaba un tímido gemido.

Mi vagina estaba muy húmeda y mis dedos se deslizaban sin problemas dentro de ella, me contoneaba al mismo ritmo, para aumentar la sensación de placer. Entonces Andrés inclinó su cabeza hacia atrás, mordiéndose los labios para no gemir. Yo me quedé muy sorprendida, cuando sentí una sensación extraña en mi entrepierna.

Bajé la mirada y pude ver con asombro, que pantalón estaba manchado, el pobre no había podido evitar eyacular. Traté de que la situación fuera lo menos vergonzosa posible, me levante y me vestí y le ofrecí una toalla humedecida para que se limpiara y otra para que se cubriese mientras los pantalones se secaran.

Él estaba muy avergonzado, y yo no quería que se sintiera así, por lo que le dije que seguiríamos con el masaje. Por suerte el pantalón se secó a tiempo y pudo irse de allí como si nada hubiera pasado.

Fue muy divertido excitar a Andrés hasta que ya no pudo más, la lástima es que desde aquel día no le he vuelto a ver.

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Tres no son multitud

Los que me leéis, ya sabéis que me gusta salir con las amigas de fiesta, una cena, un paseo y la discoteca.

Allí suelen ocurrir cosas muy curiosas, no siempre es así, pero yo debo ser una chica con suerte. Aquel día yo y una amiga estábamos muy aburridas y decidimos salir esa noche a tomar algo.

Fuimos a una discoteca nueva, ya que la de siempre empezaba a ser muy monótona. El ambiente que encontramos era muy diferente al que estábamos acostumbradas, pero nos gustó desde el primer momento.

La música moderna, mucha gente pero sin ser agobiante, la sala bien repartida, había sillones para descansar y que las parejas tuvieran sus momentos de intimidad, mesas a un lado para no estar de pie en la barra, el local era bastante grande y amplio.

Comenzamos a bailar muy animadas, junto a un grupo de chicos, a cual más atractivo, el local estaba lleno de lo que se conoce como gente guapa, y a pesar de eso nos sentíamos muy a gusto allí.

Uno de los chicos se acercó a mí y me tomó por la cintura para bailar conmigo, yo miré a mi compañera, la cual me guiñó un ojo, en señal de que disfrutara del momento.

Rodeé su cuello con mis brazos y moví mi cadera al ritmo de la música, el me sonreía sin parar, mientras me sujetaba firmemente por la cintura. El chico sabía moverse muy bien. Como pudimos entablamos una conversación, el se llamaba Alejandro y era un joven empresario, estuvimos hablando de nuestros gustos y de todo un poco.

La conversación se volvió tensa, al menos para mí, cuando me mencionó a su prometida, ya no era simplemente su novia, si no que en menos de dos años se casaban.

En ese momento, me sentí tan incomoda que quise soltarme y volver con mi compañera, pero el no me lo permitió. Le pedí, por favor, que me soltara, pero se negó en rotundo.

Entonces apareció una chica alta, rubia de pelo largo y rizado, era preciosa, tenía un cuerpo de escándalo, posó una de sus manos, sobre el hombro del chico y le besó con cariño en la mejilla, supuse que era su novia, pero me extrañó que no montará un espectáculo al verle bailando con una desconocida.

Ambos me invitaron a subir a la parte de arriba, donde los sofás, yo me quede un poco extrañada, pero accedí.
Una vez allí nos sentamos y pudimos hablar tranquilamente, la música no era tan fuerte y podíamos oírnos bien al hablar.

Ella se llamaba Amanda, y efectivamente era su prometida, la chica no dejaba de mirarme los pechos y yo cada vez estaba más confusa.
De pronto él le comentó algo al oído y ella afirmó sonriendo con la cabeza, ambos me miraron pícaramente y yo sentí algo de miedo, tanto misterio me ponía nerviosa.

Ellos sin previo aviso comenzaron a besarse y a acariciarse delante de mí, yo decidí dejarlos a solas, pero ella me miró y me dijo, que aquello era una fiesta para tres. Entonces lo entendí todo, querían hacer un trío, y la verdad ambos despertaban en mi un deseo irrefrenable, pero no sabía cómo entrar en el juego.

Entonces ella se sentó entre nosotros y sin mediar la palabra deslizo su mano sobre mis muslos desnudos, su pulso firme y su actitud atrevida me hacían temblar de deseo.

Mientras el chico le desabrochaba la camiseta y dejaba al aire sus desnudos senos, no pude evitar fijarme, en que en uno de sus pezones, portaba un pendiente, al que Alejandro le prestaba mucha atención. Su lengua jugaba con él, y ella llegó hasta mi pubis, me hizo abrir las piernas y con sus dedos dibujó círculos sobre él.

Yo me incliné y la besé en los labios, nuestras lenguas jugaron como si de un pulso se tratara, sus dedos se introdujeron por debajo del tanga y fueron directos hacia mi vagina.

Me parecía que todo iba muy deprisa, yo soy amante de la sensualidad y el erotismo, pero esta pareja prefería el sexo fuerte. El chico pronto se puso de rodillas y le quitó las bragas a ella, para hundir su lengua en su entrepierna.

Yo estaba muy excitada pero no me sentía realmente cómoda, por como estaban sucediendo las cosas, todo iba muy deprisa, tras esto, él se levantó, se desabrochó los pantalones y sacó su miembro erecto, invitándonos a lamerlo.

Yo ya no quería seguir, todo era muy frío, ni siquiera podía creer que eran pareja, ella me soltó y comenzó a lamer el miembro de Alex, en ese momento en que los dos se sumergieron en una marea de éxtasis y placer, yo me levanté y salí apresuradamente de allí.

Cuando encontré a mi compañera, esta me notó algo nerviosa, pero no quise contarle lo sucedido para no estropearle la noche.

Por suerte para mí, no ocurrió nada más, no volví a verlos en todo el tiempo que estuvimos allí, y pude disfrutar de una agradable noche de baile y risas con mi compañera.

La verdad que la experiencia fue excitante, pero tengo mis limites y si algo no me gusta, pues mejor me retiro.

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26 jul 2008

Sensualidad en la red

Cuando llegó a casa y no ando muy cansada, me gusta ponerme en él ordenador y chatear con mis amistades. Pero aquel día, una compañera de la oficina, me había comentado algo sobre un chat con web cam, muy animado y divertido, y decidí probar a ver.

Me metí en él chat y observe la conversación de la pantalla general, realmente era muy divertida, y mucha gente intervenía. Yo me mantenía al margen tratando de adivinar que clase de persona era cada uno de ellos, hasta que de repente se abrió una ventana, era un mensaje privado de alguien de la sala.

En él me saludaba alegremente y me preguntaba si era la primera vez que pasaba por allí. Le dije que sí y continuamos una agradable charla. Me explicó que era muy asiduo a este tipo de chats y que conocía a mucha gente nueva.

También hablamos sobre nuestros trabajos y sobre nuestra afición, hasta que llegado un punto de la conversación me ofreció ponerme su cam. Soy una persona muy curiosa y como ya os imaginaréis acepte la oferta.

Él era un chico muy atractivo, fornido, de espalda ancha, tenia él pelo largo y negro como él azabache, sus ojos grandes y oscuros, le daban un aspecto algo malvado, pero la suavidad de sus rasgos faciales, le otorgaban un encanto extraño.

Ya sabéis que a mi me gusta poner mi cam, por lo que no tardé mucho en ofrecérselo y él aceptó encantado. Me llenó de piropos y yo no pude evitar sonrojarme, eso le hizo mucha gracia.

Resultaba un poco incomodo estar mirando la pantalla y tener que escribir, así que nos pusimos los micrófonos, su voz a pesar de estar un poco distorsionada, era profunda y tranquilizadora.
Yo al principio me mostraba algo cohibida a la hora de hablar, no estaba acostumbrada.

Pero pronto me tranquilicé y pude sonreír con sus bromas y comentarios. No sé cómo llegamos a un punto muy excitante en la conversación. Él me contó sus más íntimas fantasías sexuales, y yo hice lo mismo. Cada vez que nos adentrábamos más y más en nuestros secretos íntimos, y empezó a ocurrir algo que nunca hubiera imaginado.

Me sentía excitada y la situación me producía un morbo increíble, comencé a describirle una de mis experiencias en él salón y cuando estaba en lo más interesante me pidió que parase. Yo no entendía porque y le pregunte que ocurría, entonces enfoco su cámara hacia su entrepierna, y pude ver como su entrepierna se abultaba, su sexo erecto presionaba él pantalón con fuerza.

Aquella visión me excitó aún más y sin pensarlo mucho, le pedí que me mostrara aquello que escondían sus pantalones, me sorprendió que él no se negara a hacerlo. Se desabrochó con cuidado los pantalones y tímidamente dejo asomar su sexo, entonces me habló y me dijo que él también quería ver algo de mí.

Enfoque la cam. Hacia mis senos y muy despacio fui desabotonando mi camisa, acariciando mi piel con la punta de los dedos, aun sentía él calor en mis mejillas, pero todo era tan excitante que no podía parar. Una vez que mi camisa quedó abierta y mis senos eran captados por la cam., pude ver como él comenzaba a acariciar su pene.

Me pidió que me quite él sostén, pero en vez de eso, comencé a acariciarme los senos con las dos manos. Los apretaba y masajeaba con suavidad sin dejar de mirar su cam., él aumentó él ritmo de sus caricias y yo metí una de mis manos por debajo de la tela, hasta llegar a mi pezón, el cual acaricie y apreté con la yema de mis dedos.

A través de los auriculares podía escuchar su respiración entrecortada, y la visión de su pene erecto seguía excitándome cada vez más.
Él me pedía una y otra vez que le mostrara mis pechos, y al final decidí hacerlo. Tímidamente los fui despojando del sostén. A través de mi cam. Parecían incluso más grandes, mis pezones rosados resaltaban por la luz del flexo del escritorio.

Comencé a acariciarlos con suavidad, apretando, ahora al descubierto, mis pezones ya erizados por la excitación. Sus gemidos se hacían cada vez más sonoros y continuos.

Yo no pude evitarlo y una de mis manos se deslizó hacia mi entrepierna. Cuando él se dio cuenta, me insistió para que le mostrara como me acariciaba él pubis, pero yo me negué, tenía suficiente con mis pechos.

Lamí uno de mis dedos y con este, mojé mis pezones, húmedos era más fácil acariciarlos. Él ya no podía más, apenas entendía lo que me decía entre gemido y gemido.

Entonces sus piernas comenzaron a temblar y se detuvo en seco, alzó su cam. Y no me dejó ver como eyaculaba, yo continué acariciándome él clítoris con una mano y mis pechos con la otra, estaba tan excitada que aunque él, me hablaba diciéndome cuanto había disfrutado, yo seguía inmersa en mis caricias.

Fue cuando se puso a decirme que le encantaría estar aquí para lamer mi sexo, para introducir sus dedos dentro de mi húmeda vagina, yo me imaginaba todo aquello y estallé de placer, mis dedos se impregnaron de mi esencia y mi cara reflejaba por la cam., la satisfacción que aquella experiencia me había proporcionado.

Entonces recordé, que durante él orgasmo él me había estado viendo la cara y me sonrojé por completo, se puso a reír y me pidió que no sintiera vergüenza, pues según él, no hay nada más bonito que una mujer satisfecha. Aquello me hizo reír mucho.

Me levante para asearme y cuando volví él ya no estaba. Aún no sé que le ocurrió, quizás para él solo fue eso, un poco de cibersexo, pero para mí fue algo más, descubrí que a pesar de la distancia y de no poder tocar ala otra persona, se puede conseguir una complicidad y un placer similar a un encuentro intimo de verdad.



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8 jul 2008

Defensa niega la entrada en el Ejército a un joven por "falta de pene"

Durante el reconocimiento médico previo a su admisión en el Ejército, una pregunta truncó el sueño de Aitor. "¿Alguna operación?", le preguntaron. Aitor, que es transexual, respondió que una mastectomía (extirpación de senos) y a partir de ahí, todo se le complicó.

Defensa le ha denegado su solicitud por su "falta total de pene" y la "pérdida, ausencia o atrofia de ambos testículos". Así aparecen recogidos en el Cuadro Médico de Exclusiones de la resolución 452/38002/2007 junto a otras razones que imposibilitan el acceso a la carrera militar, según publica El Mundo.

No se le realizaron ni las pruebas físicas y fue informado por carta de la negativa a aceptarle. Aitor afirma que no necesita el miembro para servir a España y que por otro lado ni está enfermo ni es minusválido. Además existen precedentes. En 2004, la Armada admitió a la primera militar transexual, y en 2006, la Guardia Civil, según informa El Semanal Digital.

El joven insiste en que no quiere ser actor porno, sino simplemente soldado y que está perfectamente capacitado para desempeñar ese trabajo.

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22 jun 2008

De acampada con los amig@s

Tengo un grupo de amigos a los que les gusta mucho ir de acampada, y aunque a mí me encanta suelo tener poco tiempo. Pero él verano pasado no pude resistirme a la invitación de hacer acampada libre en los lagos de Covadonga en Asturias.

Íbamos unas 7 personas, los gemelos Andrés y Ramón, Silvia, Lola y sus parejas, Alejandro y Pedro. Salimos jueves de madrugada, para llegar a buena hora, porque además debíamos llegar hasta él segundo lago para poder acampar. Y debíamos rezar para que él tiempo acompañara, o si no, no dejan subir con él coche.

Por suerte él viaje fue sin ningún problema, llegamos por la tarde y después de haber pasado varios puertos de montaña, la subida hacia los lagos era pan comido. La carretera es firme, pero las vistas hacia él barranco dan miedo, me resulta increíble ver los autobuses subiendo por esa carretera.

Nos detuvimos en él mirador de la reina, donde se encontraba el primer lago, la niebla ya empezaba a notarse a esa altura y apenas podíamos ver las cabras montesas que se movían por entre los riscos, como si los Alpes se trataran. Mucha gente solía quedarse en él primer lago, pues subir al segundo ya era un poco más peligroso, pero como la acampada libre solo se puede hacer arriba, nos armamos de valor y seguimos la ascensión.

Por él camino, íbamos en tensión, pues un coche que iba delante de los nuestros no dejaba de calarse en las subidas, y nosotros ya estábamos de los nervios, pero gracias a dios, llegamos sanos y salvos al segundo lago. Aquello era precioso, un enorme valle verde, lleno de vacas claro, y él pequeño lago al fondo. Un poco más arriba había una especie de restaurante para los turistas. La niebla estaba bajando, y no podíamos acceder a la pequeña capilla, que hay un poco más arriba, así que decidimos ir a montar las tiendas.

No es recomendable ponerlas cerca del lago, pues las vacas se acercan a beber y eso supone una molestia, nos pusimos algo apartados así no molestaríamos a los rumiantes. Había otras muchas tiendas, en verano la gente suele venir, ya que los lagos están en deshielo, aunque algún invierno deberíamos volver, él paisaje debe ser de ensueño.

Se estaba haciendo tarde, los turistas ya empezaban a descender y una vez que montamos las tiendas, fuimos al bar a por café caliente y algo para compaña la cena, no se permitía hacer fuego, por tanto, si queríamos cenar caliente debía ser en él restaurante.

Cuando ya lo teníamos todo, nos sentamos delante de las tiendas a disfrutar de aquel maravilloso atardecer, y fue entonces cuando me di cuenta de que esa noche iba a pasar mucho frío, la cremallera de mi tienda estaba rota, y a pesar de que era verano, allí arriba las temperaturas descienden mucho.

Entre todos tratamos de arreglarla, pero no hubo manera, entonces los gemelos se ofrecieron a dejarme dormir con ellos, ya que no era adecuado dormir con ninguna de las dos parejas, acepte de buena gana.

Terminamos de cenar y después de unas risas y varias llamadas de atención de los demás campistas, nos fuimos a dormir, me tumbé en medio de Andrés y Ramón, y me dispuse a dormir bien calentita en medio de los dos.

Pasado un rato me desperté al sentir que me estaban abrazando, era Ramón que me abrazaba por detrás, me di la vuelta para ver si estaba durmiendo, pero me encontré con su sonrisa y uno de sus dedos sobre mis labios, pidiéndome silencio.

Yo sabía de sobra que Ramón se sentía atraído por mí, y a mí también me gustaba, pero nunca me había planteado tener un encuentro íntimo con él, y menos con su hermano durmiendo al otro lado. Pero eso a él parecía no importarle, pues me beso con una dulzura increíble mientras me abrazaba con fuerza.

Yo no hice nada por evitarlo, durante todo el viaje no había dejado de mirarle, ni él a mí, lo que predecía que tarde o temprano esto iba a pasar.

Mis manos acariciaron su torso por debajo de la sudadera que llevaba puesta, y las suyas siguieron rodeando mi cintura con firmeza, hundí mi rostro en su cuello, que a pesar del frío, estaba caliente y eso me reconforto. Le bese despacio y con pausas, no quería hacer ruido para no despertar a Andrés.

Sus manos pasaron de mi cintura a mi espalda y se introdujeron por debajo de mi ropa, a pesar de que estaban frías, su tacto me hacia arder, la idea de mantenernos en silencio para no ser descubiertos aumentaba él morbo más aún.

Comenzamos a besarnos apasionadamente, y tratamos de acallar nuestros tímidos gemidos, pero resultaba una tarea difícil, él seguía acariciando mi espalda, y con un susurro le invite a desabrocharme él sostén, él así lo hizo, con sumo cuidado y delicadeza después de librarme de él, sus manos se acercaron tímidamente a mis senos.

Yo sonreía mientras le seguía besando en el cuello, y con la punta de mi nariz jugaba con su barbilla, mis manos, bajaron por su torso hasta su cintura, donde se detuvieron para colarse por debajo de su pantalón, pude sentir como su sexo, firme luchaba por salir de los calzoncillos, pero no era mi idea darle esa libertad.

Lo acaricie con mucho cuidado y eso le excito mucho, pues comenzó a besarme con desenfreno por él cuello y mis labios y sus manos sin más preámbulos cogieron mis senos y los masajeo con pasión, prestando una mayor atención a mis pezones.

Andrés pareció removerse y nosotros decidimos calmarnos un poco para no despertarle, yo seguí acariciando su pene, pero con más tranquilidad y él hizo lo propio con mis senos. Me sentía un poco avergonzada, pero él hecho de que no pudiéramos vernos entre tanta oscuridad me hacía sentir más segura.

Me levanto la camiseta y dejándolos al aire, acerco sus labios a ellos, y los beso profundamente, yo acaricie su pelo jugando con sus rubios rizos, mientras su traviesa lengua rodeaba mis pezones.

Con sus manos ya libres, posadas sobre mis nalgas, me apretaba contra su entrepierna y podía sentir la dureza de su sexo firme contra mi pubis, lo cual me excitaba sobremanera.

Él seguía besando y lamiendo mis senos desnudos, impidiendo que estos se helaran, yo no aguantaba más, deseaba sentir su cuerpo desnudo sobre él mío, pero eso no podía ser y tenía que conformarme con esto.

No podía ir más allá o acabaríamos haciendo el amor allí mismo, me contuve todo lo que pude y le pedí que cesara, pero él no quería, me apretaba contra él cada vez con más fuerzas y yo casi me volvía loca de deseo, ya no sentía frío, mi cuerpo desprendía un calor casi agobiante, y por más deseara que me penetrara allí mismo, le hice parar.

Andrés casi se había despertado y mirando fijamente a Ramón le pedí que lo dejáramos, él se resignó y me soltó. Me di la vuelta y me recosté dispuesta a tratar de dormirme, pero sabía que me iba a costar y más cuando él volvió a abrazarme, posando sus manos sobre mis senos aun desnudos debajo de mi camiseta.

Le permití hacerlo, pues en unos segundos ya había echado de menos su tacto, y así abrazados ambos conseguimos dormir, con él calor que nuestros cuerpos aun desprendían por él deseo que no había llevado a cometer aquella excitante locura.



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17 jun 2008

SALÓN DE MASAJES: El chico misterioso

Aquel día andaba un poco baja de ánimos, había sido una dura jornada y aunque no me apetecía mucho ir al salón, no podía dejar de cumplir con mí trabajo.

Una vez allí me dispuse a acondicionar la sala, hoy tenía un nuevo cliente, un chico con él que nunca había tratado, eso me alegraba, siempre me ha gustado conocer gente nueva.

Por lo que me había comentado mi jefa, era un chico joven, con problemas de espalda, hijo de una amiga suya. Así debía tener un trato algo más especial con él.

Cuando le vi entrar me quede asombrada, su rostro era muy dulce, sus ojos grandes y verdes eran muy llamativos ya que su tez blanca y su pelo negro como él carbón, resaltaba él color verde de sus preciosos ojos. Era de mediana estatura, un poco más alto que yo, de constitución normal, pero fuertes hombros, era muy atractivo.

Me comentó que es lo que le dolía, que no podía hacer movimientos muy exagerados y que sentía mucha carga sobre sus hombros. Le pedí que se quitara la ropa y se tumbara sobre la camilla para comenzar con él masaje.

Unte mis manos con aceite de romero, que es muy bueno y relajante, y lo esparcí con mucha suavidad por su piel, a pesar del aceite podía notar lo suave y calidad que era, él suspiró. Parecía estar muy cómodo y eso hacia todo más fácil.

Me centre en sus hombros, si era cierto que los músculos de esa zona estaban muy tensos, y lleno de nudos. Con mis dedos trate de relajar toda la zona y deshacer esa tensión que seguro era muy dolorosa.

Una vez que conseguí relajar esa zona, me centre en su columna, amase con ganas toda la dorsal y mientras baja hasta su cintura mi mirada no pudo pasar por alto su trasero, cuando me di cuenta me sonroje, no tengo por costumbre fijarme en los traseros de los hombres, pero él suyo era tan firme que no pude evitarlo.

De lo que no me di cuenta es de que había cesado de darle él masaje y él se había girado para ver que ocurría. Me encontré con su sonrisa, era preciosa y me volví a sonrojar.

Él se puso boca arriba y yo no sabia que hacer, ni que pretendía, hasta que me pregunto si me gustaba, me quede en silencio, no sabia muy bien a que se refería ni que debía decir. Entonces me cogió de la mano y me atrajo hacia él, me sentía hipnotizada por sus ojos, ni siquiera me di cuenta de que había deslizado una de sus manos por debajo de mí bata y me estaba acariciando la pierna.

Era muy sensual su tacto, me gustaba mucho y me deje llevar.

Me incline sobre su pecho y lo bese con suavidad, su piel era muy cálida, volvió a suspirar, mientras su mano seguía en su camino ascendente hacia mí entrepierna, me estremecía a cada centímetro que avanzaba por mí piel.

Estaba llena de deseo hacia aquel chico, mi lengua recorrió su pecho hasta su cuello, y comece a besarle, él con la otra mano me desabrocho la bata y comenzó a acariciar mis senos, estaba muy excitada, y en su entrepierna comenzaba a notarse también su excitación.

Mientras seguía besando su cuello, sintiendo su aliento sobre mí pelo y sus manos en mis senos, deslicé una de las mías aun untadas en aceite, hasta su cinturón. Acaricie la hebilla antes de desabrocharla, y metí uno de mis dedos por debajo de los botones, acariciando su vello púbico.

Mientras tanto él ya me había desabrochado la blusa, dejando al aire mis senos, me agarro del trasero y los acerco hacia su boca, hundió su cara en ellos, y comenzó a besarlos con dulzura.

Con los dientes aparto la tela de uno de ellos dejándolo prácticamente al descubierto, y se introdujo en la boca mi pezón, una sensación húmeda comenzó a formarse en mí entrepierna, estaba muy excitada y deseando subirme encima y dejar que me penetrara, pero decidí seguir con las caricias.

Desabroché su pantalón y metí mi mano dentro, su sexo era firme y cálido, tenia ganas de besarlo, pero no podía porque él seguía jugando con mis senos, así que me dispuse a acariciarlo, saque su miembro fuera de los calzoncillos y acaricie su pene que se erguía con fuerza. Debía serle muy placentero pues sus piernas temblaban con cada caricia.

Yo no aguantaba más, quería lamerlo y besarlo, y se lo dije, entonces me cogió de la cintura y me hizo subirme a la camilla, poniendo su cabeza entre mis piernas y la mia entre las suyas. Mientras yo seguía acariciando su pene él se deshizo de mí tanga y con su lengua empezó a recorrer uno de mis muslos hasta llegar a mí pubis.

Una vez allí mientras lamia mí clítoris uno de sus dedos se introdujo suavemente dentro de mí, gemí de placer, y no pude más, besé su pene con suavidad, una y otra vez, lo acaricie con mí lengua y me lo metí en la boca, apretando mis labios contra él, pude oír como gemía de placer y eso me excitó aún más.

Él sacó su dedo e introdujo su lengua, estaba caliente y se movía frenéticamente dentro de mí, yo no aguantaba tanto placer y no dejaba de moverme, él me sujeto por él trasero e introdujo más aún su lengua, aquello me volvía loca, yo seguía lamiendo su pene, lo introducía una y otra vez en mí boca hasta que me pidió que parase.

Pero no lo hice, quería que eyaculará allí mismo, y seguí jugando con su sexo, a pesar de que yo estaba apunto de llegar al clímax aguanté todo lo que pude, pero en ese momento, introdujo dos de sus dedos dentro de mí y no pude más, comencé a temblar entre gemidos de sumo placer y él orgasmo se apoderó de mí.

En ese momento sentí como su pene también temblaba y descargaba en mí boca su cálido líquido, mientras me agarraba con fuerza del trasero.

Creí morirme de placer, no podía mantenerme sobre mis piernas, me temblaban aún después del orgasmo, yo seguí lamiéndole mientras él seguía gimiendo.

Cuando ya no pudo más me aparto suavemente y allí echados los dos sobre la camilla, comenzamos a hablar. Nos contamos cosas sobre nuestras vidas y lo excitante que había sido lo que acababa de ocurrir.

Pasada la hora del masaje, ambos nos vestimos y nos despedimos, pero me prometio volver, aquello me hizo sonreír. Me despedí de él, aun con temblor en mis piernas y cuando me disponía a ponerme la bata para la siguiente cita, me di cuenta de que había dinero en uno de sus bolsillos, por un momento me sentí sucia, pues sólo se paga a las prostitutas, pero en ese momento él volvió a entrar y al verme con él dinero en las manos, me dijo que no me ofendiera, que sólo había sido un favor, ya que sabía que estaba pasando por un mal momento economico.

Aquello me tranquilizó y le di las gracias, él me respondió con un hasta pronto y una sonrisa que jamás olvidaré.


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13 jun 2008

En el cine con un desconocido

Aquella tarde aburrida y sin saber qué hacer, mientras miraba el periódico, en la sección de cine de verano hacían una proyección de la película de Julio Medem, Lucía y el Sexo.
Había visto esa película como tres veces, pero me gustaba y como no tenía nada mejor que hacer y al ser sesión de verano los precios eran más bajos, no tenía nada que perder.

Una vez allí, compré palomitas y un refresco y me dispuse a pasar la tarde viendo la película.
En la sala sólo habíamos unas 15 personas, me senté en las últimas filas, así nadie podría molestarme.
Se apagaron las luces y comenzó la proyección.
Se estaba bien, no hacía calor y las butacas siempre me han parecido cómodas. La sala estaba en silencio y yo me sumergí en la película, me la sabía casi de memoria, pero aún así seguía gustándome.

Cuando llevábamos unos 20 minutos, se abrieron las puertas tras de mí, y un chico joven, alto y bien parecido, apareció.
Observó la sala buscando un sitio donde sentarse, hasta que detuvo su mirada en mí, con paso firme y sin dejar de mirarme, se acercó y se sentó a mi lado.

En un principio me sentí algo molesta, tenía toda la sala para el sólo y tuvo que sentarse a mi lado.
Pero bueno pensé que daba igual, había ido a disfrutar de la película y es lo que pensaba hacer.
Todo transcurría normal, lo que más me gusta de Lucía y el Sexo es como enfocan las relaciones sexuales que Lucía mantiene sin ningún pudor, y con todo el realismo posible.

Me entró sed y cuando baje la vista para coger mi refresco que había dejado en el suelo cerca de mis pies, me fijé en algo que me llamó mucho la atención.
El desconocido que estaba a mi lado, debía sentir una gran presión en su pantalón ya que su miembro estaba totalmente erecto.
Avergonzada y con miedo a que pudiera darse cuenta de que le estaba mirando, recogí el refresco rápidamente.

Entendía que una película de estas características podía excitar a cualquiera, pero lo que me sorprendía es que el hecho de que ese desconocido estaba así, me excitaba a mí.
No podía apartar la vista de su entrepierna y mi imaginación volaba, ruborizándome al imaginar cómo sería tener sexo en un cine.
Entonces el sin más me pregunto; te gusta?

Yo respondí que sí, que siempre me habían gustado las películas de Julio Medem. El sonrió y dijo: Ya sabes a que me refiero.
Me quede inmóvil, se había dado cuenta de que hacía rato que le observaba, no supe que responder, solo mi vergüenza aumentaba por segundos.
No sabía si hacer como si nada, o levantarme y marcharme.
En ese momento el cogió mi mano y la puso sobre el pantalón. Pude notar su tamaño a la perfección, y eso hizo crecer mi excitación.

Le miré con deseo y el captó mis intenciones a la perfección. Deslizó su mano por mis piernas suavemente, mientras yo le miraba todavía con cara de estupefacción.
Se inclino ligeramente sobre mí y comenzó a besar mi cuello, sus labios eran cálidos, y un cosquilleo recorrió mi cuerpo. Con timidez desabroche su camisa para poder acariciar su pecho, el dirigió sus besos hacia mis senos, despojándome con cuidado de mi camiseta y dejándolos al aire.

Acerco su mano a ellos combinando sus cálidos besos con suaves caricias.
Me sentía extraña a pesar de que la situación era muy placentera y decidí seguir adelante. Apartó sus manos por un momento para desabrochar su pantalón y dejar al aire su miembro erecto, invitándome a tocarle. Con una sonrisa picara alargué mi mano y le dediqué unas sensuales caricias, que el agradeció jadeando con cuidado en mi oído.

El hecho de que pudiéramos ser descubiertos incrementaba mi deseo por él y el placer que me producía su tacto. Mientras yo acariciaba su pene el subió su mano hasta tocar mis braguitas y deslizo un par de dedos por debajo de ellas frotando con suavidad mi clítoris. Cuando sintió la humedad en la punta de ellos decidió introducirlos lentamente dentro de mí.

No podía gemir a pesar de que mi boca lo deseaba, pues a pesar de que no había mucha gente en la sala, podrían oírme.
Mordí mis labios, mientras él seguía introduciendo sus dedos dentro de mí, deslizándolos de fuera hacia dentro.
Mi cadera se movía al compás de su mano, y mi mano aún en su pene, seguía acariciándolo con dulzura, proporcionándole una agradable sensación, ya que le era difícil disimular sus gemidos.

No aguanté mucho más y mientras él se dedicaba a lamer uno de mis pezones, yo llegué al orgasmo en silencio, mi cuerpo temblaba y pude sentir sobre mi mano, el calor de su semen, el también había llegado.
Ambos exhaustos por mantener nuestros jadeos en silencio, nos miramos y nos besamos dulcemente.
Nos acomodamos en las butacas y continuamos viendo la película, apoyados el uno en el otro.

Cuando esta terminó, y se encendieron las luces, nos miramos con complicidad, conscientes de todo lo que había ocurrido momentos antes.
Nos levantamos y con un cariñoso abrazo nos despedimos.
Quizás no le vuelva a ver, tal vez no coincidamos más, pero desde ese día, vuelvo con frecuencia a aquella sala de cine, con la esperanza de volverle a ver, y repetir aquella experiencia tan excitante, con aquel desconocido.





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