Me gusta trabajar en el salón porque, siendo sincera, me ocurren cosas muy excitantes allí. Ya os he contado algunas de ellas, pero recientemente me ocurrió otra.
Como de costumbre me dispuse a recoger bien mi sala, pues ya había terminado mi turno, pero mi jefa me llamó para pedirme que me quedara a atender a un cliente más que había llegado a última hora y como me viene bien el dinero, y a pesar de que estaba agotada acepté.
Era un hombre de mediana edad, unos 35 ó 40 años, su aspecto era un poco descuidado, tenía barba de unos 4 ó 5 días, aunque iba bien vestido, parecía un poco apesadumbrado, pero como mi trabajo no es el de psicóloga, simplemente me dedique a darle el masaje que pedía.
Se desnudó de cintura para arriba y se tumbó en la camilla, me sorprendió al darme cuenta que a pesar de su desaliñado aspecto, este hombre se depilaba la espalda.
Era curioso ver como descuidaba su aspecto exterior, pero su cuerpo estaba bien formado y cuidado, se notaba que practicaba ejercicio regularmente. Su piel era suave y perfumada por lo que seguro se la trataba con alguna loción.
Mientras me hundía en todas aquellas ideas tratando de buscar una explicación, le esparcía el aceite por aquella fornida espalda, sentí que estaba dolorido, pues cada vez que apretaba mis dedos contra su columna, este se encogía del dolor.
Pero por lo que pude observar, no era un dolor físico, si no un dolor sentimental, me temía que ese pobre hombre estaba pasando por un mal momento, pero no me atreví a mediar palabra alguna.
Hasta que sin venir a cuento, aquel hombre me hizo una pregunta que me dejo estupefacta durante unos segundos, me pregunto si me resultaba atractivo. Sinceramente, si lo era, tenía unos enormes ojos verdes, era rubio y las facciones de su rostro estaban muy marcadas, incluso me encantaba el hoyuelo que tenía en la barbilla.
Mi respuesta fue un rotundo sí, seguida de una convincente explicación, a lo cual él se dio la vuelta, cogió una de mis manos y me miró fijamente, yo me quedé inmóvil. Entonces me dijo, que si eso era cierto, entonces que mantuviera relaciones con él, ahora en ese momento.
Yo me reí y él se asombró. Me desabroche la bata sin dejar de mirarle a los ojos, y el no salía de su asombro, mientras lo hacía acerqué mis labios a su oído y le susurre que no me iba a acostar con él, pero podía demostrarle de otras formas, que decía la verdad.
Por primera vez en todo el tiempo que llevábamos allí, lo vi sonreír, eso me agradó mucho. Sin cortarme un pelo me subí a la camilla y me senté sobre su cintura, cuando él fue a tocarme, me negué a que lo hiciera, esta vez sólo sería un espectáculo visual.
Mis manos se deslizaron por el borde de mi falda, sacando hacia afuera la blusa y se introdujeron por debajo, levantándola mientras acariciaba mi abdomen, dejando al aire mi tímido ombligo.
Andrés que así se llamaba el hombre, sintió de nuevo el deseo de acariciarme, pero nuevamente le detuve, con una pícara sonrisa.
Muy despacio me fui desabrochando los botones y poco a poco iba descubriendo más centímetros de mi piel, cuando llegué a la altura de mis senos, me paré y mi cadera empezó a contonearse, podía sentir su sexo duro, a pesar de los vaqueros que él llevaba puestos.
Continué en mi marcha hacia mis senos, pero esta vez más despacio, deleitándome en cada botón, miraba furtivamente a Andrés, quería ver como sus ojos se abrían cada vez más, a medida que me acercaba a los últimos botones.
Una vez que mi blusa quedó abierta y mis senos asomaban, me incline sobre él, y acerqué mis senos a sus labios, pero no dejé ni que los rozará, su miembro cada vez estaba más duro, casi podía sentir hasta el calor que este desprendía.
Me volví a poner recta y desabroche el sostén, dejé que los tirantes cayeran de mis hombros y mantuve mis pechos cubiertos un poco más.
Le sonreí de nuevo y poco a poco fui separando una de mis manos llevándome la parte del sostén que aún cubría mi seno. Hice lo mismo con la otra, hasta que ambos pechos quedaron al aire.
Mis pezones ya endurecidos y sonrosados pedían caricias a gritos, Andrés no hacía más que morderse los labios y empujar su cadera hacia arriba para tener un mayor contacto con mi pubis.
Con la punta de mis dedos, apreté suavemente mis pequeños pezones y comencé a acariciarlos muy suavemente, mi cadera no dejaba de contonearse y Andrés incluso ya comenzaba a sudar.
Pero lo mejor vendría ahora, mientras con una mano seguía tocándome los senos, dibujando su forma con la yema de los dedos, con la otra ya había bajado la cremallera de mi pantalón.
Le hice una señal para que fijara su vista en mi cintura, y un sonoro madre mía! salió de sus labios. Mi mano ya se había adentrado hasta mi entrepierna, por debajo del tanga, pero como me resultaba algo incómodo, me baje los pantalones hasta las rodillas.
Una vez que ya estaba más cómoda, mis manos jugaron con mis ingles y mi cadera seguía con su hipnótico contoneo. Yo misma estaba deseosa de acariciar mi pubis y no perdí más tiempo, mis dedos se introdujeron nuevamente por dentro del tanga, hasta llegar a mi clítoris, el cual ya estaba muy húmedo.
Lo apreté y acaricié, una y otra vez, toqué los labios que protegen mi vagina, despacio, lentamente, mi rostro reflejaba el placer que aquello me producía.
Miré a Andrés con cara de deseo y él entendió enseguida lo que pensaba hacer, saque mis dedos y le invite a que los lamiera, no dudo ni por un momento, su lengua se deslizó por ellos, sus labios los apretaron y siguió lamiéndolos dentro de su boca.
Pero yo quería darles otro uso y los saque para introducirlos otra vez debajo del tanga, pero esta vez no se detuvieron en mi clítoris, continuaron hasta mi vagina y una vez allí, los introduje lentamente, al tiempo que de mis labios se escapaba un tímido gemido.
Mi vagina estaba muy húmeda y mis dedos se deslizaban sin problemas dentro de ella, me contoneaba al mismo ritmo, para aumentar la sensación de placer. Entonces Andrés inclinó su cabeza hacia atrás, mordiéndose los labios para no gemir. Yo me quedé muy sorprendida, cuando sentí una sensación extraña en mi entrepierna.
Bajé la mirada y pude ver con asombro, que pantalón estaba manchado, el pobre no había podido evitar eyacular. Traté de que la situación fuera lo menos vergonzosa posible, me levante y me vestí y le ofrecí una toalla humedecida para que se limpiara y otra para que se cubriese mientras los pantalones se secaran.
Él estaba muy avergonzado, y yo no quería que se sintiera así, por lo que le dije que seguiríamos con el masaje. Por suerte el pantalón se secó a tiempo y pudo irse de allí como si nada hubiera pasado.
Fue muy divertido excitar a Andrés hasta que ya no pudo más, la lástima es que desde aquel día no le he vuelto a ver.


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27 jul 2008
De nuevo en el salón de masajes
26 jul 2008
Sensualidad en la red
Cuando llegó a casa y no ando muy cansada, me gusta ponerme en él ordenador y chatear con mis amistades. Pero aquel día, una compañera de la oficina, me había comentado algo sobre un chat con web cam, muy animado y divertido, y decidí probar a ver.
Me metí en él chat y observe la conversación de la pantalla general, realmente era muy divertida, y mucha gente intervenía. Yo me mantenía al margen tratando de adivinar que clase de persona era cada uno de ellos, hasta que de repente se abrió una ventana, era un mensaje privado de alguien de la sala.
En él me saludaba alegremente y me preguntaba si era la primera vez que pasaba por allí. Le dije que sí y continuamos una agradable charla. Me explicó que era muy asiduo a este tipo de chats y que conocía a mucha gente nueva.
También hablamos sobre nuestros trabajos y sobre nuestra afición, hasta que llegado un punto de la conversación me ofreció ponerme su cam. Soy una persona muy curiosa y como ya os imaginaréis acepte la oferta.
Él era un chico muy atractivo, fornido, de espalda ancha, tenia él pelo largo y negro como él azabache, sus ojos grandes y oscuros, le daban un aspecto algo malvado, pero la suavidad de sus rasgos faciales, le otorgaban un encanto extraño.
Ya sabéis que a mi me gusta poner mi cam, por lo que no tardé mucho en ofrecérselo y él aceptó encantado. Me llenó de piropos y yo no pude evitar sonrojarme, eso le hizo mucha gracia.
Resultaba un poco incomodo estar mirando la pantalla y tener que escribir, así que nos pusimos los micrófonos, su voz a pesar de estar un poco distorsionada, era profunda y tranquilizadora.
Yo al principio me mostraba algo cohibida a la hora de hablar, no estaba acostumbrada.
Pero pronto me tranquilicé y pude sonreír con sus bromas y comentarios. No sé cómo llegamos a un punto muy excitante en la conversación. Él me contó sus más íntimas fantasías sexuales, y yo hice lo mismo. Cada vez que nos adentrábamos más y más en nuestros secretos íntimos, y empezó a ocurrir algo que nunca hubiera imaginado.
Me sentía excitada y la situación me producía un morbo increíble, comencé a describirle una de mis experiencias en él salón y cuando estaba en lo más interesante me pidió que parase. Yo no entendía porque y le pregunte que ocurría, entonces enfoco su cámara hacia su entrepierna, y pude ver como su entrepierna se abultaba, su sexo erecto presionaba él pantalón con fuerza.
Aquella visión me excitó aún más y sin pensarlo mucho, le pedí que me mostrara aquello que escondían sus pantalones, me sorprendió que él no se negara a hacerlo. Se desabrochó con cuidado los pantalones y tímidamente dejo asomar su sexo, entonces me habló y me dijo que él también quería ver algo de mí.
Enfoque la cam. Hacia mis senos y muy despacio fui desabotonando mi camisa, acariciando mi piel con la punta de los dedos, aun sentía él calor en mis mejillas, pero todo era tan excitante que no podía parar. Una vez que mi camisa quedó abierta y mis senos eran captados por la cam., pude ver como él comenzaba a acariciar su pene.
Me pidió que me quite él sostén, pero en vez de eso, comencé a acariciarme los senos con las dos manos. Los apretaba y masajeaba con suavidad sin dejar de mirar su cam., él aumentó él ritmo de sus caricias y yo metí una de mis manos por debajo de la tela, hasta llegar a mi pezón, el cual acaricie y apreté con la yema de mis dedos.
A través de los auriculares podía escuchar su respiración entrecortada, y la visión de su pene erecto seguía excitándome cada vez más.
Él me pedía una y otra vez que le mostrara mis pechos, y al final decidí hacerlo. Tímidamente los fui despojando del sostén. A través de mi cam. Parecían incluso más grandes, mis pezones rosados resaltaban por la luz del flexo del escritorio.
Comencé a acariciarlos con suavidad, apretando, ahora al descubierto, mis pezones ya erizados por la excitación. Sus gemidos se hacían cada vez más sonoros y continuos.
Yo no pude evitarlo y una de mis manos se deslizó hacia mi entrepierna. Cuando él se dio cuenta, me insistió para que le mostrara como me acariciaba él pubis, pero yo me negué, tenía suficiente con mis pechos.
Lamí uno de mis dedos y con este, mojé mis pezones, húmedos era más fácil acariciarlos. Él ya no podía más, apenas entendía lo que me decía entre gemido y gemido.
Entonces sus piernas comenzaron a temblar y se detuvo en seco, alzó su cam. Y no me dejó ver como eyaculaba, yo continué acariciándome él clítoris con una mano y mis pechos con la otra, estaba tan excitada que aunque él, me hablaba diciéndome cuanto había disfrutado, yo seguía inmersa en mis caricias.
Fue cuando se puso a decirme que le encantaría estar aquí para lamer mi sexo, para introducir sus dedos dentro de mi húmeda vagina, yo me imaginaba todo aquello y estallé de placer, mis dedos se impregnaron de mi esencia y mi cara reflejaba por la cam., la satisfacción que aquella experiencia me había proporcionado.
Entonces recordé, que durante él orgasmo él me había estado viendo la cara y me sonrojé por completo, se puso a reír y me pidió que no sintiera vergüenza, pues según él, no hay nada más bonito que una mujer satisfecha. Aquello me hizo reír mucho.
Me levante para asearme y cuando volví él ya no estaba. Aún no sé que le ocurrió, quizás para él solo fue eso, un poco de cibersexo, pero para mí fue algo más, descubrí que a pesar de la distancia y de no poder tocar ala otra persona, se puede conseguir una complicidad y un placer similar a un encuentro intimo de verdad.
17 jun 2008
SALÓN DE MASAJES: El chico misterioso
Aquel día andaba un poco baja de ánimos, había sido una dura jornada y aunque no me apetecía mucho ir al salón, no podía dejar de cumplir con mí trabajo.
Una vez allí me dispuse a acondicionar la sala, hoy tenía un nuevo cliente, un chico con él que nunca había tratado, eso me alegraba, siempre me ha gustado conocer gente nueva.
Por lo que me había comentado mi jefa, era un chico joven, con problemas de espalda, hijo de una amiga suya. Así debía tener un trato algo más especial con él.
Cuando le vi entrar me quede asombrada, su rostro era muy dulce, sus ojos grandes y verdes eran muy llamativos ya que su tez blanca y su pelo negro como él carbón, resaltaba él color verde de sus preciosos ojos. Era de mediana estatura, un poco más alto que yo, de constitución normal, pero fuertes hombros, era muy atractivo.
Me comentó que es lo que le dolía, que no podía hacer movimientos muy exagerados y que sentía mucha carga sobre sus hombros. Le pedí que se quitara la ropa y se tumbara sobre la camilla para comenzar con él masaje.
Unte mis manos con aceite de romero, que es muy bueno y relajante, y lo esparcí con mucha suavidad por su piel, a pesar del aceite podía notar lo suave y calidad que era, él suspiró. Parecía estar muy cómodo y eso hacia todo más fácil.
Me centre en sus hombros, si era cierto que los músculos de esa zona estaban muy tensos, y lleno de nudos. Con mis dedos trate de relajar toda la zona y deshacer esa tensión que seguro era muy dolorosa.
Una vez que conseguí relajar esa zona, me centre en su columna, amase con ganas toda la dorsal y mientras baja hasta su cintura mi mirada no pudo pasar por alto su trasero, cuando me di cuenta me sonroje, no tengo por costumbre fijarme en los traseros de los hombres, pero él suyo era tan firme que no pude evitarlo.
De lo que no me di cuenta es de que había cesado de darle él masaje y él se había girado para ver que ocurría. Me encontré con su sonrisa, era preciosa y me volví a sonrojar.
Él se puso boca arriba y yo no sabia que hacer, ni que pretendía, hasta que me pregunto si me gustaba, me quede en silencio, no sabia muy bien a que se refería ni que debía decir. Entonces me cogió de la mano y me atrajo hacia él, me sentía hipnotizada por sus ojos, ni siquiera me di cuenta de que había deslizado una de sus manos por debajo de mí bata y me estaba acariciando la pierna.
Era muy sensual su tacto, me gustaba mucho y me deje llevar.
Me incline sobre su pecho y lo bese con suavidad, su piel era muy cálida, volvió a suspirar, mientras su mano seguía en su camino ascendente hacia mí entrepierna, me estremecía a cada centímetro que avanzaba por mí piel.
Estaba llena de deseo hacia aquel chico, mi lengua recorrió su pecho hasta su cuello, y comece a besarle, él con la otra mano me desabrocho la bata y comenzó a acariciar mis senos, estaba muy excitada, y en su entrepierna comenzaba a notarse también su excitación.
Mientras seguía besando su cuello, sintiendo su aliento sobre mí pelo y sus manos en mis senos, deslicé una de las mías aun untadas en aceite, hasta su cinturón. Acaricie la hebilla antes de desabrocharla, y metí uno de mis dedos por debajo de los botones, acariciando su vello púbico.
Mientras tanto él ya me había desabrochado la blusa, dejando al aire mis senos, me agarro del trasero y los acerco hacia su boca, hundió su cara en ellos, y comenzó a besarlos con dulzura.
Con los dientes aparto la tela de uno de ellos dejándolo prácticamente al descubierto, y se introdujo en la boca mi pezón, una sensación húmeda comenzó a formarse en mí entrepierna, estaba muy excitada y deseando subirme encima y dejar que me penetrara, pero decidí seguir con las caricias.
Desabroché su pantalón y metí mi mano dentro, su sexo era firme y cálido, tenia ganas de besarlo, pero no podía porque él seguía jugando con mis senos, así que me dispuse a acariciarlo, saque su miembro fuera de los calzoncillos y acaricie su pene que se erguía con fuerza. Debía serle muy placentero pues sus piernas temblaban con cada caricia.
Yo no aguantaba más, quería lamerlo y besarlo, y se lo dije, entonces me cogió de la cintura y me hizo subirme a la camilla, poniendo su cabeza entre mis piernas y la mia entre las suyas. Mientras yo seguía acariciando su pene él se deshizo de mí tanga y con su lengua empezó a recorrer uno de mis muslos hasta llegar a mí pubis.
Una vez allí mientras lamia mí clítoris uno de sus dedos se introdujo suavemente dentro de mí, gemí de placer, y no pude más, besé su pene con suavidad, una y otra vez, lo acaricie con mí lengua y me lo metí en la boca, apretando mis labios contra él, pude oír como gemía de placer y eso me excitó aún más.
Él sacó su dedo e introdujo su lengua, estaba caliente y se movía frenéticamente dentro de mí, yo no aguantaba tanto placer y no dejaba de moverme, él me sujeto por él trasero e introdujo más aún su lengua, aquello me volvía loca, yo seguía lamiendo su pene, lo introducía una y otra vez en mí boca hasta que me pidió que parase.
Pero no lo hice, quería que eyaculará allí mismo, y seguí jugando con su sexo, a pesar de que yo estaba apunto de llegar al clímax aguanté todo lo que pude, pero en ese momento, introdujo dos de sus dedos dentro de mí y no pude más, comencé a temblar entre gemidos de sumo placer y él orgasmo se apoderó de mí.
En ese momento sentí como su pene también temblaba y descargaba en mí boca su cálido líquido, mientras me agarraba con fuerza del trasero.
Creí morirme de placer, no podía mantenerme sobre mis piernas, me temblaban aún después del orgasmo, yo seguí lamiéndole mientras él seguía gimiendo.
Cuando ya no pudo más me aparto suavemente y allí echados los dos sobre la camilla, comenzamos a hablar. Nos contamos cosas sobre nuestras vidas y lo excitante que había sido lo que acababa de ocurrir.
Pasada la hora del masaje, ambos nos vestimos y nos despedimos, pero me prometio volver, aquello me hizo sonreír. Me despedí de él, aun con temblor en mis piernas y cuando me disponía a ponerme la bata para la siguiente cita, me di cuenta de que había dinero en uno de sus bolsillos, por un momento me sentí sucia, pues sólo se paga a las prostitutas, pero en ese momento él volvió a entrar y al verme con él dinero en las manos, me dijo que no me ofendiera, que sólo había sido un favor, ya que sabía que estaba pasando por un mal momento economico.
Aquello me tranquilizó y le di las gracias, él me respondió con un hasta pronto y una sonrisa que jamás olvidaré.





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