Una vez al mes, voy al campo de mis abuelos, para ayudarlos, tienen un terreno, con cultivos y unos pocos animales, cabritas y cerditos. Y como ya son mayores pues una ayuda de vez en cuando no les viene mal.
Además, aprovecho para ver al hijo de los vecinos, un chico de mí edad, alto y moreno, con unos profundos ojos negros y su tez tostada por el sol, tiene una sonrisa casi angelical, que te invita a soñar.
La granja de mis abuelos es un lugar precioso, todo rodeado de verde, incluso tienen una parcela de trigo donde de pequeña me gustaba jugar y donde acababa durmiéndome agotada, recuerdo las veces que mi abuelo me recogía en brazos y me llevaba a la cama, cuando despertaba en mí pelo aún quedaban espigas del trigo enredadas, que bellos recuerdos.
Pero aquel día todo iba a ser muy diferente de lo que yo había esperado, pero muy similar a lo que había imaginado, os explicaré por qué.
Como de costumbre cuando llegué mi abuela me esperaba para cenar, y me había preparado sus deliciosas galletas echas al horno, para el postre. Pero la sorpresa fue, que aquella noche teníamos un invitado más en la mesa. Era el hijo de los vecinos, por lo visto había estado todo el día ayudando a mí abuelo con los animales y en agradecimiento mi abuela lo invitó a cenar.
Comimos un guiso de carne y patatas, delicioso, mi abuela es una gran cocinera. Durante la cena todo fue muy bien, mis abuelos y el vecino me comentaban lo bien que había crecido el trigo estos meses, y que los animales estaban muy bien. Mi vecino me invito a ir al trigal después de la cena, a lo que acepté encantada.
Todo transcurrió sin contratiempos, y antes de irnos al trigal, mi abuela nos dio una cestita, con refrescos y las galletas aun calentitas. Salimos de la casa y nos encaminamos hacia el campo, una ligera brisa nos refrescaba. Él iba con una toalla en la mano, para no mancharnos la ropa con la hierba.
Llegamos y nos sentamos en medio del trigal. Cobijados por la profunda oscuridad que nos proporcionaba la noche sin luna, y maravillados por la cantidad de estrellas que se vislumbraban en el cielo, nos tumbamos sobre la toalla y comenzamos a recordar cuando éramos niños y jugábamos en aquel mismo campo.
Las carreras, cuando llevábamos a las cabras más pequeñas y corríamos tras de ellas para asustarlas, las miles de trastadas que hicimos siendo niños, mientras yo hablaba de aquella vez que me caí y me partí un diente y el me abrazaba para que no llorara, me di cuenta de que sus brillantes ojos se habían clavado en mí, y sus labios habían dejado de emitir sonido alguno.
Le miré sorprendida por el silencio que se había creado sin aviso y entonces él se acercó a mí lentamente, cuando cerró sus ojos, supe que me iba a besar y no hice nada por evitarlo. Sus labios tiernos y dulces, aún sabían a las galletas de mí abuela, le besé con intensidad y disfrute cada segundo que nuestros labios estuvieron unidos.
Su cuerpo fuerte y musculoso despertaba en mí el deseo de acariciar su torso y así lo hice, mis manos ansiosas se deslizaron por debajo de su camiseta, y con una inusual timidez dibuje el contorno de sus abdominales marcados, mientras mi lengua jugaba con la suya.
Él era un chico de pueblo y bastante tímido a pesar de que fue el quien comenzó el beso, sus manos rodeaban mi cintura, pero no se atrevía a ir más allá, le dije con sensualidad que me acariciara y muy despacio, liberó mi cintura para desabrocharme la camisa.
Sus manos temblaban y mis mejillas se sonrojaban cada vez más, me encantaba que lo hiciera con esa delicadeza, no había brusquedad en sus movimientos, todo era tan romántico, la noche cerrada, las estrellas, aquel trigal, los dos solos en aquella inmensidad. Nadie sabía lo que allí estaba ocurriendo.
Le ayude a desabotonar mi camisa, mientras aún besaba sus dulces labios, cuando mis senos quedaron al descubierto, él se quedó sin saber que hacer, yo comencé a reír y mis manos guiaron a las suyas hasta ellos. Dibujó con sus dedos los suaves encajes que formaban mi sostén, y besó mi cuello con cariño y dedicación.
La situación era tan excitante que mi deseo por él crecía por momentos, le empuje con cuidado hasta que se puso boca arriba y me senté sobre su cintura, inclinándome hasta que mis senos casi rozaban sus labios, invitándolo a besarlo y así lo hizo.
Podía notar en mí pubis, que su pene erecto luchaba por salir del pantalón, pero no quería romper su inocencia de esa forma, así que me limite a mover mi cintura suavemente sobre él. Sus manos rápidamente se acomodaron en mis nalgas, ayudándome con el contoneo que tanto le estaba excitando.
Yo misma me desabroche el sostén, y deje caer mis tersos senos sobre sus labios, él los recibió con ansia y los besó y lamió como si ya fuera todo un experto.
Yo gemía de placer cada vez que su tibia lengua tocaba mi piel. Si hubiera podido le habría hecho el amor allí mismo, pero cuando más excitada estaba, recordé que pronto mi abuelo vendría a buscarnos, y no sólo eso, no quería ser el primer amor de aquel chico de pueblo que no había conocido mujer hasta ese momento.
Me incline de nuevo y bese sus labios, le miré con cariño y le dije que debíamos irnos, el se negaba, pero insistí lo suficiente para que entendiera que no podía ocurrir lo que seguramente ocurriría si seguíamos allí.
Nos sentamos y me ayudo a ponerme el sostén y abrocharme la camisa, acto seguido nos abrazamos y nos tumbamos de nuevo a contemplar las estrellas, para tratar de calmar el deseo que a ambos nos consumía por dentro.


|
Mandame tus relatos,historias,experiencias,sueños,videoclips,ect. y te los publicaré en Diario de Melisa, y además por a ver colaborado tendrás un regalo. Ayúdame para que Diario de Melisa sea mucho mas sensual y especial.
|

27 jul 2008
Amor en la oscuridad
22 jun 2008
De acampada con los amig@s
Tengo un grupo de amigos a los que les gusta mucho ir de acampada, y aunque a mí me encanta suelo tener poco tiempo. Pero él verano pasado no pude resistirme a la invitación de hacer acampada libre en los lagos de Covadonga en Asturias.
Íbamos unas 7 personas, los gemelos Andrés y Ramón, Silvia, Lola y sus parejas, Alejandro y Pedro. Salimos jueves de madrugada, para llegar a buena hora, porque además debíamos llegar hasta él segundo lago para poder acampar. Y debíamos rezar para que él tiempo acompañara, o si no, no dejan subir con él coche.
Por suerte él viaje fue sin ningún problema, llegamos por la tarde y después de haber pasado varios puertos de montaña, la subida hacia los lagos era pan comido. La carretera es firme, pero las vistas hacia él barranco dan miedo, me resulta increíble ver los autobuses subiendo por esa carretera.
Nos detuvimos en él mirador de la reina, donde se encontraba el primer lago, la niebla ya empezaba a notarse a esa altura y apenas podíamos ver las cabras montesas que se movían por entre los riscos, como si los Alpes se trataran. Mucha gente solía quedarse en él primer lago, pues subir al segundo ya era un poco más peligroso, pero como la acampada libre solo se puede hacer arriba, nos armamos de valor y seguimos la ascensión.
Por él camino, íbamos en tensión, pues un coche que iba delante de los nuestros no dejaba de calarse en las subidas, y nosotros ya estábamos de los nervios, pero gracias a dios, llegamos sanos y salvos al segundo lago. Aquello era precioso, un enorme valle verde, lleno de vacas claro, y él pequeño lago al fondo. Un poco más arriba había una especie de restaurante para los turistas. La niebla estaba bajando, y no podíamos acceder a la pequeña capilla, que hay un poco más arriba, así que decidimos ir a montar las tiendas.
No es recomendable ponerlas cerca del lago, pues las vacas se acercan a beber y eso supone una molestia, nos pusimos algo apartados así no molestaríamos a los rumiantes. Había otras muchas tiendas, en verano la gente suele venir, ya que los lagos están en deshielo, aunque algún invierno deberíamos volver, él paisaje debe ser de ensueño.
Se estaba haciendo tarde, los turistas ya empezaban a descender y una vez que montamos las tiendas, fuimos al bar a por café caliente y algo para compaña la cena, no se permitía hacer fuego, por tanto, si queríamos cenar caliente debía ser en él restaurante.
Cuando ya lo teníamos todo, nos sentamos delante de las tiendas a disfrutar de aquel maravilloso atardecer, y fue entonces cuando me di cuenta de que esa noche iba a pasar mucho frío, la cremallera de mi tienda estaba rota, y a pesar de que era verano, allí arriba las temperaturas descienden mucho.
Entre todos tratamos de arreglarla, pero no hubo manera, entonces los gemelos se ofrecieron a dejarme dormir con ellos, ya que no era adecuado dormir con ninguna de las dos parejas, acepte de buena gana.
Terminamos de cenar y después de unas risas y varias llamadas de atención de los demás campistas, nos fuimos a dormir, me tumbé en medio de Andrés y Ramón, y me dispuse a dormir bien calentita en medio de los dos.
Pasado un rato me desperté al sentir que me estaban abrazando, era Ramón que me abrazaba por detrás, me di la vuelta para ver si estaba durmiendo, pero me encontré con su sonrisa y uno de sus dedos sobre mis labios, pidiéndome silencio.
Yo sabía de sobra que Ramón se sentía atraído por mí, y a mí también me gustaba, pero nunca me había planteado tener un encuentro íntimo con él, y menos con su hermano durmiendo al otro lado. Pero eso a él parecía no importarle, pues me beso con una dulzura increíble mientras me abrazaba con fuerza.
Yo no hice nada por evitarlo, durante todo el viaje no había dejado de mirarle, ni él a mí, lo que predecía que tarde o temprano esto iba a pasar.
Mis manos acariciaron su torso por debajo de la sudadera que llevaba puesta, y las suyas siguieron rodeando mi cintura con firmeza, hundí mi rostro en su cuello, que a pesar del frío, estaba caliente y eso me reconforto. Le bese despacio y con pausas, no quería hacer ruido para no despertar a Andrés.
Sus manos pasaron de mi cintura a mi espalda y se introdujeron por debajo de mi ropa, a pesar de que estaban frías, su tacto me hacia arder, la idea de mantenernos en silencio para no ser descubiertos aumentaba él morbo más aún.
Comenzamos a besarnos apasionadamente, y tratamos de acallar nuestros tímidos gemidos, pero resultaba una tarea difícil, él seguía acariciando mi espalda, y con un susurro le invite a desabrocharme él sostén, él así lo hizo, con sumo cuidado y delicadeza después de librarme de él, sus manos se acercaron tímidamente a mis senos.
Yo sonreía mientras le seguía besando en el cuello, y con la punta de mi nariz jugaba con su barbilla, mis manos, bajaron por su torso hasta su cintura, donde se detuvieron para colarse por debajo de su pantalón, pude sentir como su sexo, firme luchaba por salir de los calzoncillos, pero no era mi idea darle esa libertad.
Lo acaricie con mucho cuidado y eso le excito mucho, pues comenzó a besarme con desenfreno por él cuello y mis labios y sus manos sin más preámbulos cogieron mis senos y los masajeo con pasión, prestando una mayor atención a mis pezones.
Andrés pareció removerse y nosotros decidimos calmarnos un poco para no despertarle, yo seguí acariciando su pene, pero con más tranquilidad y él hizo lo propio con mis senos. Me sentía un poco avergonzada, pero él hecho de que no pudiéramos vernos entre tanta oscuridad me hacía sentir más segura.
Me levanto la camiseta y dejándolos al aire, acerco sus labios a ellos, y los beso profundamente, yo acaricie su pelo jugando con sus rubios rizos, mientras su traviesa lengua rodeaba mis pezones.
Con sus manos ya libres, posadas sobre mis nalgas, me apretaba contra su entrepierna y podía sentir la dureza de su sexo firme contra mi pubis, lo cual me excitaba sobremanera.
Él seguía besando y lamiendo mis senos desnudos, impidiendo que estos se helaran, yo no aguantaba más, deseaba sentir su cuerpo desnudo sobre él mío, pero eso no podía ser y tenía que conformarme con esto.
No podía ir más allá o acabaríamos haciendo el amor allí mismo, me contuve todo lo que pude y le pedí que cesara, pero él no quería, me apretaba contra él cada vez con más fuerzas y yo casi me volvía loca de deseo, ya no sentía frío, mi cuerpo desprendía un calor casi agobiante, y por más deseara que me penetrara allí mismo, le hice parar.
Andrés casi se había despertado y mirando fijamente a Ramón le pedí que lo dejáramos, él se resignó y me soltó. Me di la vuelta y me recosté dispuesta a tratar de dormirme, pero sabía que me iba a costar y más cuando él volvió a abrazarme, posando sus manos sobre mis senos aun desnudos debajo de mi camiseta.
Le permití hacerlo, pues en unos segundos ya había echado de menos su tacto, y así abrazados ambos conseguimos dormir, con él calor que nuestros cuerpos aun desprendían por él deseo que no había llevado a cometer aquella excitante locura.
Una visita inesperada
Creo recordar que en algún momento he hablado de mi compañero de trabajo, con él que tuve algún que otro encuentro íntimo, para suerte mía no han sido los únicos.
No hace mucho falte al trabajo, durante algunos días, porque estaba con gripe y cuál fue mi sorpresa que un día alguien vino a hacerme una grata visita.
Me encontraba recostada en mi cama, tomando un té con limón, me ayuda a despejar la garganta, cuando llamaron a la puerta. Como pude me levante y con él pijama puesto y una cara de no haber dormido en semanas, fui a abrir la puerta.
Me quede pálida, más aún, cuando le vi allí delante con un precioso ramo de flores, tartamudee por un momento, no sabía que decir, él sólo sonrió y me pregunto si podía pasar.
Yo me aparte y le di paso, estaba tan sorprendida que durante unos minutos, mientras nos sentábamos en el sofá, no pude articular palabra, así que habló él solo por su cuenta. Me explico que había preguntado por mí en las oficinas y le dijeron que estaba con gripe, así que se las ingenio para encontrar mi domicilio y venir a hacerme una visita.
Yo seguía sin salir de mi asombro y solo podía darles las gracias, por su preocupación. Le ofrecí algo de tomar pero no quiso, prefirió seguir hablando. Me decía que sin mí por la oficina se le hacía algo aburrido y que extrañaba mi presencia.
El calor que comencé a sentir ya no era producto de la fiebre, si no del sofoco por tanta adulación, y él pareció darse cuenta cuando comenzó a reírse y me pidió perdón.
La situación para mí era realmente vergonzosa, mi aspecto era desastroso, ojeras, nariz enrojecida, voz ronca, palidez, pero a él parecía no importarle.
Me pregunto sobre mi trabajo en el salón de masajes, y bromeo sobre él hecho de que ahora era yo quien necesitaba un buen masaje. Pero parece ser que él no estaba bromeando, sin dudar me ofreció darme un masaje para aliviar el dolor de músculos que la gripe me estaba dejando.
Me negué, pues no me parecía justo aprovecharme de él, pero insistió tanto en que por más que dije que no, acabó convenciéndome.
Puse la calefacción para no coger frío, y me tumbe en la cama, solo con él camisón, él se sentó a mi lado y froto con energía sus manos, para no tocarme con ellas frías.
Al sentir sus manos sobre mi piel, todos mis males parecieron desaparecer, era tan cálido su firme tacto, que me estremecía tan solo con un roce. Yo sabía que no iba a ser un masaje normal, pero no pensaba que llegaría a ser tan especial.
Con cuidado aparto mi pelo de la nuca, y se inclinó sobre mí, para acariciarla con sus labios, eran tan tiernos... no pude evitar encogerme, porque un escalofrío de placer recorrió mi espalda, él emitió lo que pareció ser una tímida risa, y siguió besándome en dirección a mi hombro. Una vez allí aparto él tirante muy lentamente y con la mano, acaricio mi brazo con suaves movimientos desde él hombro hasta él codo y viceversa.
La forma en que me tocaba y besaba, me hizo rememorar aquel día encerrados en el ascensor, mi imaginación se disparó, y volví a sentir en mis labios él sabor de los suyos, aquel recuerdo encendió en mi interior la llama del deseo. Mi piel emitía un dulce calor y él se percató de ello.
Pues no dejaba de apoyar sus mejillas sobre mi espalda, mientras sus manos levantaron mi pijama desde las rodillas, se deslizaron por mis muslos, caderas, cintura, cuando llegaron a mis axilas yo me levante un poco para que pudiera quitarme el pijama y quedarme solo en tanga.
Con sus besos dibujo toda mi columna hasta llegar a mis nalgas, donde se detuvo para tocarlas con la punta del dedo, haciendo círculos, aquello me hacia cosquillas, pero me gustaba.
No se entretuvo mucho tiempo allí, volvió de nuevo a subir por mi cadera, lentamente, deleitándose con tiernos besos, se detuvo de nuevo en mi nuca, y sus traviesas manos se encaminaron hacia mis desnudos senos, los cuales las estaban esperando con ansia.
Pero me resultaba incomoda la postura, así que sin aviso me di la vuelta, él me sonrió pícaramente y sin dejar de mirarme acerco sus labios a ellos, se me hizo eterno hasta que por fin los besó. No pude evitar suspirar de placer y eso le complació.
Cada beso que le regalaba a mis senos, era un torrente de sensaciones indescriptibles para mí, acompañados de suaves caricias sobre mis muslos, me sentía en un dulce sueño del que no quería despertar.
Pero él destino quiso ser travieso esta vez, y sonó su teléfono móvil, nos miramos y aunque él parecía ignorarlo mientras seguía jugando con mis tersos senos, yo tuve que pararle, pose mis manos sobre sus mejillas y atraje sus labios a los míos, fundiéndonos en un ardiente beso, había deseado tanto ese momento, que casi me olvido del estridente sonido de su teléfono.
Prácticamente le obligue a marcharse, no sé quién le llamo, pero seguro que era de la oficina y no quería que tuviera problemas por mi culpa, así que mientras él hablaba yo me volví a poner él pijama.
Cuando acabo la conversación, me abrazo y trato de persuadirme, besándome con dulzura, se me paraba él tiempo cada vez que posaba sus labios sobre los míos, pero la responsabilidad es un peso muy grande, y le pedí que no siguiera, tendríamos más tiempo en otro momento.
Pareció entenderlo y recogió sus cosas y se marchó. Yo volví a mi cama, todo mi pijama olía a él, y con ese olor que me transportaba hacia mis más ardientes fantasías me quede felizmente dormida.
11 jun 2008
En la piscina, con mi amiga y su novio
El día amaneció casi perfecto, una dulce brisa ponía la guinda a un día soleado.
Me apetecía salir y decidí llamar a una buena amiga.
Miriam y yo nos conocíamos desde hacía mucho tiempo, pero debido a que ella se fue a vivir a las afueras, apenas nos veíamos.
Cuando le propuse ir a la piscina, no dudó ni un momento en aceptar, me di una ducha me puse mi mejor traje de baño y me fui derecha a la piscina municipal.
Estaba esperándola en la puerta mientras me comía un helado, cuando un chico fornido, bastante alto y de tez morena se puso delante mio.
Lo miré por encima de las gafas de sol, era realmente alto, debía medir al menos metro noventa, espalda ancha, constitución fuerte, por los rasgos de su cara podía decirse que no era español, me gustó el color de su piel y sus ojos color café, tenía el pelo corto y ondulado.
Entonces detrás de ese hombre, sonó una voz muy familiar, era Miriam y estaba preciosa, ella es bajita, cuerpo delicado, su tez blanca se me hacia más llamativa al lado de aquel misterioso hombre, siempre me había gustado el cabello negro de ella.
No abrazamos y me presentó al chico extranjero, era su novio, se llamaba Jose Ramón y era de Méjico.
Tras las presentaciones los tres nos dirigimos a las instalaciones, escogimos un buen lugar para colocar nuestras toallas y nos tumbamos al sol.
Miriam me pidió que le echara protector solar.
Puse una pequeña cantidad en mi mano y la esparcí con cuidado, tenía que hacerlo con empeño ya que al tener la piel tan blanca se quemaba con facilidad, su espalda era perfecta, deslizé mis manos por sus hombros esparciendo la crema despacio, dibujando su figura, baje por su columna hasta su cintura, en ese momento me di cuenta de que Jose Ramón me miraba de una forma extraña, casi con deseo, lo extraño es que no me sentí incomoda. Me gustó pensar que el estaba disfrutando con el espectáculo.
Al cabo de un rato, los invité a bañarnos, y los tres nos metimos en el agua, estaba algo fría, Miriam y yo nos abrazamos para entrar un poco en calor y me susurró al oído que siempre le había gustado el tacto de mi cuerpo y que lo echaba de menos. Yo no sabía que decir, sentía lo mismo pero su novio estaba allí delante, mirándonos y simplemente guardé silencio y disfruté del momento.
Hasta que un niño saltó al lado nuestro y nos empapó a las dos, empezamos a reírnos.
Nos pusimos a jugar con una pelota uno de nosotros la lanzaba y los otros dos debían nadar lo más rápido posible para cogerla.
Jose Ramón obviamente tenia ventaja, era mucho más alto que nosotras pero aún así no me rendí cuando me tocó competir con el.
Miriam lanzó la pelota y eché a nadar con todas mis fuerzas, cuando ya casi tenía la pelota en mis manos, sentí como me rodeaban por la cintura y me inmovilizaban.
Era el, me había abrazado y no me dejaba moverme, en ese momento me di cuenta de que estaba excitado, lo notaba presionarme con fuerza el trasero.
No sabía que hacer, lo único que tenía claro es que sentirle de esa forma, me gustó mucho, su sexo erecto, sus brazos fuertes rodeandome, casi me desmayo.
Pero Miriam nos llamó, y el me soltó con delicadeza. Era la hora de comer.
Los invité a comer en casa, quería pasar algo más de tiempo con ellos y aceptaron.
Recogimos y nos fuimos a mi casa, durante el trayecto mis pensamientos se agolpaban, aquel abrazo con Miriam, Jose Ramón...
Me sentía atraída por ambos, pero era una situación complicada ella era mi amiga, y el era su pareja.
Una vez en casa, Miriam propuso que nos ducharamos juntas mientras Jose Ramón, cogía ropa para ambos de su piso, me pareció una idea genial.
Ambas nos metimos en la ducha mientras el llamaba por teléfono.
Nos desnudamos y no pude evitar clavar mi mirada en su cuerpo, se me hacia tan frágil, sus curvas casi me mareaba, trataba de disimular el deseo que había despertado en mi, el agua caía con fuerza sobre nosotras.
Le di la espalda, no quería que notara nada, entonces sus manos se posaron sobre mis hombros, y empezó a enjabonarme.
Estaba sorprendida, pero me dejé llevar, sus manos recorrieron mis hombros y lo acompañó con suaves besos en mi nuca.
Bajó hasta mis pechos, los acarició y me rodeo con sus brazos, susurrandome que le gustaban mucho.
Me giré y la miré, ella me besó.
La abracé por la cintura y la agarré del trasero para acercarla más a mi.
Empecé a besar su cuello, su pecho, sus senos y seguí bajando hasta su pubis, cuando me disponía a posar mi lengua sobre el, se abrió la puerta.
Era Jose Ramón, su expresión no era de asombro si no de deseo miré a Miriam y esta me respondió con una dulce sonrisa.
El se desnudó y sin dudar se metió en la ducha con nosotras. Me levantó, me giró hacia el y mirando a Miriam dijo que yo era preciosa.
Estaba en medio de los dos, nunca me había pasado algo así, pero todo era tan excitante que no pude más que seguirles el juego.
Miriam por detrás me besaba la espalda y acariciaba mis pechos mientras el me los lamía despacio, disfrutándolo como si de un dulce se tratara.
Comencé a besarle y baje despacio hasta su pene erecto, lo besé y empecé a lamerlo, mientras ellos se acariciaban y besaban.
me parecía increíble todo lo que estaba pasando, pero era incapaz de parar, los gemidos de ambos hacían que me excitara cada vez mas y deseara seguir adelante.
Cuando me sacié me aparte a un lado y ella se puso en medio. El la cogió por detrás y comenzó a penetrarla a un ritmo suave.
Ella me separó las piernas con cuidado, e introdujo su lengua en mi, me lamió con pasión, recorriendo toda mi entrepierna, jugando con mi clítoris mientras introducía sus delgados dedos.
Era sumamente placentero sentirla así dentro de mi, mientras ella era penetrada por su novio, el cual no dejaba de mirar mis gestos de placer.
El agua caliente seguía cayendo sobre nosotros, mojando mis pechos, era una sensación agradable.
Todo ese conjunto de sensaciones, provocó en mi uno de los orgasmos más placenteros que jamás había tenido, mi cuerpo temblaba y Jose Ramón al darse cuenta extendió una mano y comenzó a acariciar mis senos, mientras me fundía con una penetrante mirada.
Mi cuerpo temblaba bajo la incesante mirada de el, y cuando aquel torrente de placer llegó a su fin, decidí dejarles a solas.
Cogí una toalla y salí del cuarto de baño, mientras me secaba y escuchaba sus gemidos, no pude evitar observarles por última vez, ella rodeaba su cintura con las piernas y el la tenia apoyada contra la pared, penetrandola con dulzura, cuando me di cuenta que Miriam me estaba mirando... y solo sonrió.
Me fui a mi habitación y termine de vestirme, ellos salieron y en silencio recogieron sus cosas.
La comida seguía en pie, y como si nada hubiera pasado comimos entre risas y buen ambiente.
A la hora de la despedida, Miriam me besó en los labios y me dijo que nunca cambiara, Jose Ramón me abrazó y al oído me susurró: Eres especial y lo sabes.





Mis VideoClips preferidos




COMENTARIOS DE MIS AMIG@S
